Por: Michel Chaín
Toda la polémica que rodea la detención del, ya de suyo legendario narcotraficante mexicano Ismael “el Mayo” Zambada, en los EE.UU. Sin embargo, para arrojar un poco de luz al siempre obscuro submundo de los mercados ilegales hay que entender su dinámica, mecánica operativa y dimensión, precisamente, como mercados que, si bien podrán estar más allá del alcance del “largo brazo de la ley”, no por eso son ajenos a otras leyes a las que todos estamos sujetos todo el tiempo, como las de la oferta y la demanda.
- Al Capone y “los intocables”. No, esta vez no me refiero a la película de Brian de Palma, de 1987, en la que Kevin Coster personificó a Eliot Ness y Robert de Niro a Al Capone, sino a la realidad que se vivió en los años 30’s en los Estados Unidos cuando, gracias a la prohibición que se impuso a la comercialización y consumo de bebidas alcohólicas, crecieron tanto las utilidades asociadas a su comercialización ilegal, que la violencia asociada a la misma se desbordó en muchas ciudades norteamericanas, como sucedió en Chicago en este caso en particular. En su momento, la prohibición del alcohol generó un negocio tan atractivo para las organizaciones ilegales en aquel país que la ola de violencia asociada pareció incontrolable y su capacidad corruptora pareció extenderse a los niveles más altos de la impartición de justicia estadounidense.
- Economía impulsada por la demanda. Más allá de las aventuras de Eliot Ness y sus “intocables”, la época de la prohibición en los EE.UU. permite aprender sobre el funcionamiento de la economía cuando, de manera artificial, se limita la oferta de un determinado producto, pero la demanda por el mismo se mantiene constante o, incluso, se incrementa. En este sentido, hay que recordar como las leyes de la oferta y la demanda ayudan a explicar el establecimiento de precios en los mercados competitivos y, de acuerdo a las cuales, cuando la demanda por un determinado bien o servicio aumenta y su oferta no lo hace, entonces ese bien o servicio se convierte en uno cada vez más escaso en la economía y, debido a lo anterior, los consumidores quienes lo demandan estarán dispuestos a pagar montos cada vez mayores para acceder a este.
- Drogas ilegales, una forma de prohibición. En este sentido, es importante establecer que la definición de lo que, en un determinado momento se considera como una “droga ilegal” es resultado de un determinado arreglo social y que, dado a que este tipo de arreglos sociales suelen cambiar a lo largo del tiempo, ciertas substancias que actualmente se consideran ilegales, como puede ser el caso de la marihuana, en el pasado no lo fueron y, según se observa por la tendencia a legalizar su uso en un número cada vez mayor de ciudades norteamericanas, en el futuro no necesariamente lo serán. Lo que sí es un hecho es que, en la medida de que tal o cual producto se prohíba desde el ledo de su oferta, la demanda generará un aumento en su precio que no faltarán quienes estén dispuestas y dispuestos de correr los riesgos legales de satisfacer la demanda existente del producto considerado ilegal, pues considerarán que dichos riesgos son menores al “sobre precio” que los consumidores están dispuestos a pagar.
- El negocio millonario de lo ilegal. Dada esta lógica, el prohibir el consumo de un determinado bien o servicio sólo provoca que el precio de los productos “ilegales” sea impulsado al alza por la demanda, lo que le genera utilidades extraordinarias a quienes estén dispuestas y dispuestos a asumir los riesgos de satisfacerla, al grado que la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito estima que el comercio ilegal del crimen organizado suma ganancias anuales de más de $2 billones de dólares norteamericanos al año, lo que equivale al 3.6% de todo lo que se produce y consume a nivel mundial en un año o, por establecer un comparativo en términos latinoamericanos, cuatro veces el PIB de un país como Argentina, que es la tercera economía, detrás de Brasil y México, por su importancia en la región.
- ¿Y qué hacer? Pese a los esfuerzos y los recursos invertidos en el ataque frontal a las organizaciones ilegales encargadas de la producción y la comercialización de los productos ilegales, su oferta no se ha reducido y, por el contrario, se ha ampliado y diversificado. Ante esta realidad, no debería sorprender que organismos como la Comisión Global de Políticas de Drogas, de la que forma parte el expresidente mexicano Ernesto Zedillo, concluyan que es tiempo de cambiar el combate a las drogas por su regulación. Sin embargo, este cambio es algo mucho más fácil me decir que de hacer, pues implicaría cerrar un mercado millonario del que dependen no sólo organizaciones millonarias que se mueven en la clandestinidad, sino también las igualmente millonarias burocracias que, en todo el mundo y en México, se han instituido para combatirlas.