Por: Michel Chaín 

Me encantaría comenzar escribiendo sobre nuestro papel como jóvenes en la coyuntura que actualmente vive el país. Sin embargo, para bien o para mejor, dado que no sabría cómo sobrevivir a la permanente exposición mediática, vía redes sociales, que acompaña a las y los jóvenes mexicanos del Siglo XXI desde la cuna, hace mucho que superé los rangos que definen, en términos estadísticos, a la juventud.  Además, y para serles sincero, pese a haber estudiado en una muy politizada Facultad de Economía de la UNAM en unos igualmente politizados 90’s, nunca he participado en ninguna marcha, protesta, plantón o acto similar.  En este sentido, aún no sé si las protestas encabezadas por las y los estudiantes de Derecho en contra a la reforma al Poder Judicial tendrán el suficiente “punch” para incidir en la hoja de ruta trazada desde Palacio Nacional, pero desde ya les manifiesto mi reconocimiento por no conformistas y valientes.  Asimismo, les comparto una reflexión, en 5 puntos, de la importancia que adquiere la juventud mexicana cuando decide involucrarse en la agenda pública y manifestarse al respecto.

 

  1. Data, data, data. De acuerdo con el criterio de la edad, con base a la información del INEGI, al primer trimestre de 2024, en México había 31 millones de personas jóvenes (15 a 29 años). Si partimos de una población total de 126,014,024, de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020, significa que el 24.6% de la población aún son jóvenes.  De la población joven en México, 51.1% correspondió a mujeres y 48.9 %, a hombres; 60 cada 100 jóvenes contaban con educación media superior; 37 tenían educación básica; 2, educación superior y la o el restante carecía de escolaridad.  De las personas jóvenes, 72.9 % reportó estar soltera o soltero; 16.9 %, en unión libre; 8.3 % dijo estar casada o casado; 1.6 %, separada o separado; 0.2 % ya se había divorciado y 0.1 % era viuda o viudo.
  2. El poder de la juventud. Más allá de los datos, la juventud mexicana ha jugado un importantísimo rol en la construcción de las instituciones y la definición de los valores que, desde el fin de la etapa armada de las revoluciones mexicanas de inicio del Siglo XX, tenemos como mexicanas y mexicanos, comenzando por la lucha en favor de la autonomía y la defensa de la libertad de cátedra de la ahora UNAM. A manera de contexto, en los años 30’s, mientras Manuel Gómez Morín era nombrado, por aclamación, Rector de la Universidad Nacional; en Palacio, el gobierno de Lázaro de Cárdenas definía su estrategia para imponerle la “educación socialista” a la “máxima casa de estudios” (modificación de su Ley Orgánica y asfixia presupuestal), lo que provocó una serie de protestas  que derivarían en la suspensión de actividades universitarias, la renuncia de Gómez Morín, así como la de su sucesor, Fernando Ocaranza; y, de manera sorprendente tratándose del Presidente que logró consolidar el poder corporativo que le daría forma al PRI (entonces PRM), que Cárdenas reculara en su intentona.
  3. 1968 pero en francés y checo. Al mencionar las palabras “movimiento estudiantil”, prácticamente todas y todos los mexicanos pensamos en el 68. Sin embargo, es importante tener presente que este tipo de movimientos tienen una gran capacidad de comunicarse, lo que genera un “efecto contagio” que les permite influir en movimientos similares en otros países. De esta manera, sería imposible entender la ruptura generacional del movimiento del 68 mexicano, sin la retroalimentación que hubo con el de París (“seamos realistas y hagamos lo imposible”) y la llamada “primavera de Praga”.
  4. El 68 mexicano. Si bien el presidente mexicano Gustavo Díaz Ordaz no tuvo la solvencia política del presidente galo, Charles de Gaulle, para conjurar la protesta de los estudiantes y sí la misma gracia de las autoridades soviéticas para únicamente admitir la muerte de 30 personas durante el 2 de octubre de 1968 (datos no oficiales señalan más de 2,000; por su parte, en Checoslovaquia se calculan entre 50 y 140 muertos). Más allá del inaceptable número de personas asesinadas, la sociedad mexicana no volvió a ser la misma después del 68 ni volvió a tener la uniformidad cultural que se suponía la caracterizaba; en cambio, a decir de Luis Rubio, hubo dos tipos de conclusiones diferentes al interior del país, del 68 mexicano: una enfocada a que el estado autoritario emanado del PRI hegemónico se debería de volver más “social”, pero sin dejar de ser autoritario; y otra, a favor de fortalecer a las y los ciudadanos respecto al poder de un Estado que había que liberalizar, política y económicamente, para normalizar a México respecto al resto de las democracias.  Esta diferencia de conclusiones explica, en buena medida, la polarización que hoy caracteriza a la sociedad mexicana.
  5. My generation? Más allá de que el país está en una profunda coyuntura política, resultado de los resultados electorales arrojados por la jornada electoral del pasado 2 de junio, que le puede cambiar radicalmente la cara al país los próximos 25 o 50 años; si las actuales protestas por parte de estudiantes en contra de la Reforma Judicial se consolidan como un movimiento estudiantil, dicho movimiento se estaría montando en otra coyuntura, aún más profunda y de mayor alcance, pues a nivel de las grandes etapas de la Historia personificarían el fin de la Modernidad (en la que, en Occidente, hemos estado desde el Siglo XV) y el surgimiento de la Posmodernidad.

 

Sea como sea, es muy probable que estemos atestiguando el surgimiento de un nuevo país.  No es por ponerlas y ponerlos nerviosos, pero de nosotros, y únicamente de nosotros, depende que el futuro de México sea mejor que lo que nos ha tocado vivir, o seamos los responsables de la peor oportunidad perdida en el larguísimo historial de oportunidades perdidas que acumula el país.

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