Por: Michel Chaín

A raíz de las victorias electorales Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum, ambos del Movimiento de Renovación Nacional -MORENA-, se comenzó a discutir la posibilidad de que México se consolide como una “democracia deliberativa”, en contraposición al modelo de “democracia liberal” que terminó por imponerse en el Siglo XX a dos alternativas de raíces comunitaristas (el fascismo y el comunismo) y al que en México se aspiró, desde la primera reforma político/electoral impulsada por Jesús Reyes Heroles, en el sexenio de José López Portillo, hasta el triunfo electoral de López Obrador en 2018.  En la actualidad, dadas las ansias transformadoras de la 4T, pleonasmo incluido, y las mayorías legislativas que respaldan a la presidenta Sheinbaum, capaces de modificar la Constitución sin la intervención de los considerados partidos de oposición (PAN, PRI y MC), existe la posibilidad real de que se busquen revertir los avances democráticos “liberales” de los últimos 25 años, para implantar un régimen más cercano a las democracias deliberativas.  ¿Pero qué es y cómo se come lo las “democracias deliberativas”?.  En Síntesis nos adelantamos a la discusión que viene y, desde ahorita, le entramos a lo deliberativo, como siempre, en 5 puntos.

 

  1. 1. Democracia liberal. La democracia liberal es resultado del movimiento intelectual llamado “Ilustración” y caracterizado, entre otros atributos, por la división funcional del ejercicio del Poder entre tres poderes independientes entre sí; la elección de los representantes populares por voto ciudadano, bajo el principio de un(a) ciudadano(a)=voto. En términos generales, las democracias liberales pueden dividirse entre aquellas con gobiernos tipos parlamentarios y aquellas otras con regímenes presidenciales, siendo el primero de esos últimos el de los EE. UU.  A finales del Siglo XX, con la caída del Muro de Berlín y las derrotas reales tanto del fascismo como del comunismo, el combo democracia liberal + economía de mercado se estableció como el modelo de gobierno dominante, lo que llevó a autores como Francis Fukuyama a hablar del “fin de la historia” e términos de evolución política de las distintas sociedades.

 

  1. Antecedentes deliberativos. Los defensores e las “democracias deliberativas” suelen desestimar a las liberales por aristocráticas, en el sentido de que son los miembros de las elites quienes normalmente acceden a los puestos de representación popular y, por lo mismo, al ejercicio el poder. Buena parte de estas críticas suelen basarse en las diferencias funcionales entre las democracias existentes en los siglos XX y XXI y aquellas de las ciudades-estado de las griegas antiguas, que se basan en una participación masiva por parte de los ciudadanos griegos en sus asambleas (las mujeres no eran consideraras ciudadanos) y en la selección por sorteo de quienes habrían de ocupar los cargos públicos.

 

  1. ¿Y la deliberación, apá?. En este sentido, una de las principales críticas que se hacen a las democracias liberales es que la participación ciudadana se limita a la elección de sus representantes quienes, a partir de sus toma de protesta, se abrogan la facultad de representar a sus gobernados en las discusiones, pese a que en los hechos, únicamente suelen argumentar en favor de sus intereses de grupo (partidos políticos) o meramente personales. De esta manera, los abogados de los mecanismos deliberativos suelen desestimar los resultados de los congresos/parlamentos precisamente por la ausencia ciudadana al momento de discutir y votar los temas de interés general.

 

  1. ¿Esclavos de los votos?. En sus posiciones más radicales (ver “Contra las elecciones. Cómo salvar la democracia” de David van Reybrouck, editorial Taurus), las afectos de las democracias deliberativas ponen en duda el principio de un hombre=un voto por su naturaleza elitista y, en ese sentido, optan por tomar como referencia lo sucedido hace 3,000 años en las ciudades estado griegas y proponen que, en lugar de elegir a nuestros representantes culturales, estos deberían ser designados por sorteo.

 

  1. ¿Y la chamba? Para efectos de esta discusión, es importante recordar que en la Grecia antigua el concepto de ciudadana/o era bastante más restrictivo que el que usamos en los siglos XX y XXI pues, más allá de dejar fuera a las mujeres, también dejaba fuera a los esclavos, mismos que le permitían a los ciudadanos griegos, poder descargar en ellos la carga de tener que producir bienes y servicios y, en consecuencia, tener el tiempo y las condiciones para discutir sin mayores preocupaciones en el ágora la agenda pública. Hoy en día, la discusión en la hipotética “plaza pública parece no ser compatible con los requerimientos de los ciudadanos de tiempo completo que supone la democracia deliberativa, por lo que la discusión pública no queda en las y los ciudadanos, sino en dos elites muy bien identificables y, por lo mismo, manipulables: las elites económicas y los políticos de tiempo completo que, gracias a puestos o becas otorgadas desde el gobierno, pueden dedicarle el tiempo que sea necesario a la discusión de las agendas supuestamente públicas.

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