Vivimos una época en la que el acceso a la información es inmediato y global; con solo deslizar el dedo en nuestros móviles, una “noticia” puede llegar a millones de personas en cuestión de segundos. Sin embargo, este avance plantea una inquietante paradoja: ¿cuántos de nosotros nos detenemos ni siquiera a cuestionar la fuente de esa noticia que leemos o compartimos?

Las noticias fluyen tan vertiginosamente que irónicamente, muchas veces se olvida la fuente de donde provienen. ¿De qué medio leemos la noticia? ¿Cuál es su trayectoria o su nivel de credibilidad?

Pareciera que hoy, mientras más rápido llega la información, menos importa de dónde viene; y es aquí surge la paradoja: “estamos más informados que nunca, pero también, quizás, más desinformados.”

El fenómeno de consumir información sin verificar la credibilidad del medio, es común y esto abre la puerta al preocupante incremento de noticias falsas que se diseminan con una velocidad alarmante, pues basta con una pantalla para que la distinción entre una noticia verificada y una falsedad ingeniosa se diluya.

Los medios de comunicación tradicionales (radio, televisión, y prensa escrita) y sus contrapartes digitales se encuentran ante el reto de captar la atención en un entorno digital sobrecargado de información, donde los públicos parecen valorar más la rapidez de consumo que la calidad del contenido.

Sin embargo, en este panorama, la consolidación de una marca informativa confiable no es solo una ventaja competitiva: es una necesidad para los medios que buscan posicionarse y diferenciarse en la mente del público; de tal forma que, es aquí donde radica el reto para desarrollar productos periodísticos de alta calidad que no solo informen, sino que lo hagan con responsabilidad y rigor periodístico.

Para lograrlo, es imperativo que los medios fortalezcan sus equipos con profesionales de amplia experiencia y ética, capaces de contrastar fuentes y de ejercer un periodismo que valore la verdad.

¿Es posible entonces una simbiosis entre la sabiduría de la experiencia y la energía de la innovación, donde la sinergia entre los periodistas experimentados y las nuevas generaciones se convierta en una oportunidad de evolución?

Pues parece que sí, pues, es en esta simbiosis de sabiduría, vocación y frescura donde los medios pueden encontrar el equilibrio para adaptarse a los nuevos tiempos.

La energía e innovación de los jóvenes, muchos de los cuales ya desarrollan contenidos y formatos disruptivos, incluso mediante el uso de Inteligencia Artificial (ÍA), puede complementar la profundidad y el conocimiento de quienes han vivido años de cambio y evolución en los medios.

La credibilidad es el verdadero capital de cualquier medio de comunicación y en un entorno donde la inmediatez parece imponerse sobre la veracidad, es necesario que las y los nuevos profesionales de la información se cuestiones si ¿seguirá valiendo más la rapidez de un clic, que la confianza en una noticia bien elaborada?

Es hora de que tanto las audiencias como los medios, comprendamos que la información de calidad no es un lujo, sino la necesidad de una sociedad en la que el conocimiento debe ser pilar para el progreso de cada individuo, pues la información es poder y de éste, se desprende la capacidad para la toma de decisiones razonadas y siempre validadas por medios responsables; con credibilidad reconocida.

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