¿Sabe cuánto cuesta vivir del ego en México? Le doy una pista: no es un precio fácil de pagar, ni siquiera para las voces más queridas de la radio o los rostros familiares de la televisión.

Según datos de este fin de 2024, obtenidos de la Secretaría de Economía, el salario promedio mensual de un locutor en México, es de apenas $5 mil 550 pesos y el de un periodista o redactor, alcanza los $9 mil 420 pesos. Sí, leyeron bien; para un país que idolatra a sus comunicadores, parece que a los billetes se les ha olvidado aplaudir.

Y mientras seguimos celebrando a quienes llenan nuestros días con historias, música y noticias, hay un trasfondo amargo, donde la mayoría de estos profesionales trabajan en la informalidad y para muchos, el «glamour» de los medios es tan real como una escenografía, una fachada que se sostiene con cinta adhesiva.

El 65.8% de los locutores y el 39% de los periodistas trabajan sin seguridad social ni prestaciones, atrapados en un sistema que presume su libertad de expresión pero que los deja vulnerables a la falta de estabilidad laboral.

Es irónico y triste a la vez que mientras algunas voces buscan brillar y destacar a través del ego (porque sí, el ego en este negocio es el motor para muchos), la realidad les da una bofetada. La competencia feroz en el medio impulsa a los locutores y periodistas a crear una identidad pública impecable y muchos terminan envueltos en la presión de aparentar un éxito que, en términos económicos, simplemente no existe. Es aquí donde el ego choca con la realidad: trabajar en medios, muchas veces, implica un desgaste emocional y financiero que el sueldo no cubre ni de lejos.

En México, además tenemos un problema de concentración de medios; la diversidad de voces queda limitada porque, en última instancia, un puñado de corporaciones controla gran parte del contenido que consumimos ¿el resultado? locutores y periodistas que deben competir por un pequeño espacio, no solo ante su audiencia, sino también entre sus colegas.

Y para mantenerse relevantes, muchos terminan «viviendo del ego», gastando más de lo que ganan para proyectar una imagen de éxito, pero esta ilusión, sin embargo, pasa factura tarde o temprano con deudas, ansiedad y en casos extremos, una profunda crisis personal.

Y como dijera el padrecito: “reflexionemos”.

¿Es esta la vida que quieren nuestros comunicadores? La lucha constante por «el gran rating», la necesidad de mantener una imagen de éxito a costa de la propia salud financiera (por ende física) y un sistema que los obliga a trabajar en la informalidad, es algo que va más allá de los números.

Pero obvio que para las empresas y los poderes Ejecutivo y Legislativo del Estado Mexicano, lo que menos interesa (o sea que tampoco les importa) es dar reconocimiento real a los derechos y condiciones dignas que cada profesional de la voz y la información merece.

Sería ingenuo pensar que el ego no tiene un papel en la radio y la televisión, pero también es importante reconocer que depender exclusivamente de él es como construir un castillo de arena en la orilla del mar; simplemente no es sostenible.

El ego puede motivar, pero también devorar y para el caso de nuestras locutoras, locutores y periodistas, vivir del ego se ha convertido en un arma de doble filo que les impulsa a mantenerse en el medio, pero a un costo que difícilmente pueden pagar.

¿Hasta cuándo ignoraremos que detrás de cada voz en las ondas hertzianas o de cada rostro en la pantalla chica, hay alguien que merece vivir y trabajar con dignidad?

Cómo locutor, periodista y académico, quien esto escribe, confía que sus letras lleguen a la vista y oídos de colegas y alumnos, para señalar enfático, que es tiempo de recalibrar nuestras prioridades, de exigir un sistema mediático más justo y equitativo, donde nuestra autenticidad y talento sean reconocidos con algo más que aplausos vacíos.

Porque al final del día, un país que no cuida a sus comunicadores termina perdiendo su propia voz.

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