- ¡¿El Buen qué?! El Buen Fin surge en 2011 como una estrategia gubernamental y del sector privado para lograr dos objetivos, muy relacionados entre sí: Contar con una fecha icónica que, a nivel de los mercados locales, pudiera compararse al llamado “Black Friday” de los Estados Unidos para, de esta manera, impulsar el consumo en toda la cadena de valor, que va desde el minorista vendiendo al consumidor final hasta los grandes productores e introductores preparándose para surtir a los almacenes para esta fecha y, de esta manera, contar con un impulso extraordinario en la demanda agregada, en meses que tradicionalmente eran bajos en ventas -las familias preferían tratar de no gastar en noviembre para hacerlo durante las fiestas decembrinas-.
- Misión cumplida Es probable que en 2011 hubiera dudas respecto a si una fecha totalmente mercadológica, disociada de las celebraciones y tradiciones centenarias que habían marcado los grandes hitos de consumo en el mercado mexicano, pudiera tener aceptación o un impacto significativo entre las y los consumidores locales. Al día de hoy, a 13 años de distancia, si bien no genera la histeria colectiva que sí provoca el “Black Friday” entre las y los consumidores estadounidenses, poca gente puede atreverse a cuestionar el éxito que ha tenido el “Buen Fin” en México, partiendo de una derrama económica estimada para 2024, a nivel nacional, en alrededor de 165 millones de pesos lo que, a su vez, significa un incremento del 10% respecto a la edición de 2023.
- ¿Cómo funciona?. Una de las maneras de entender la composición del famoso PIB o Producto Interno Bruto, con el que se mide y compara el tamaño de una economía, normalmente nacional, es la siguiente: PIB=C+I+G+(X-M) donde C es el consumo privado, I es la inversión efectiva en el país, G es el gasto del gobierno y (X-M) es el saldo de restarle las importaciones a las exportaciones, no es de sorprender que en un país en el que la inversión es baja y donde la inestabilidad generada por aspectos políticos, como la reforma al Poder Judicial, aleja a muchos inversionistas; y en el que el gasto de gobierno tendrá que moderarse después de que, por motivos electorales, el año pasado el gobierno gastara 6% más de todo lo que produjo a economía y ahora haya que “reponer” ese gasto extraordinario, el consumo privado sea el dinamizador del PIB en el que se puede incidir. Ahí es donde pega el Buen Fin y por eso funciona.
- ¿Cómo NO funciona? A diferencia de los Estados Unidos, que es el único país en el mundo cuyos ciudadanos pueden estarse sobregirando crediticiamente de manera permanente, para así mantener sus niveles de consumo, en México el impulso de PIB que obtiene del Buen Fin termina por ser contraproducente si este se basa en que las y los mexicanos gasten, vía el crédito al consumo -las tarjetas de crédito- más de lo que en realidad se pueden permitir pues, por un lado eso lleva al empobrecimiento de las y los consumidores locales y, consecuencia de lo anterior, que su consumo caiga los siguientes meses e, incluso, en los siguientes años. En este sentido, hay que entender que el crédito no es el enemigo -si acaso, es un instrumento más- sino nuestros propios impulsos.
- Combatir al enemigo, es conocerlo. Algunos comparan las ansias por comprar a la hibris, o hubris, griega que, lejos de ser un impulso irracional o desequilibrado, es una esa arrogancia que hace a los humanos querer compararse con los dioses; otros la asocian más con el “frenesí alimenticio” en el que entran los tiburones, entre otras especies, ante un exceso de comida disponible, que los hace actuar con excepcional violencia y tirar mordidas a cualquier cosa, sea comestible o no. Lo que es un hecho, es que los humanos, por lo menos desde el siglo XVIII, solemos creer que, palabras más o palabras menos, tenemos que llenar nuestras vidas de “experiencias individuales” y sufrimos tratando de controlar nuestros impulsos, lo que paradójicamente nos hace vulnerables a que grandes “colectivizadoras” de la conducta humana, como el marketing y la publicidad, nos hagan consumir en exceso cosas que, muchas veces, ni siquiera vamos a utilizar. Para combatir estas ansias por consumir en demasía o innecesariamente, les comparto dos reflexiones; a) hay que conocernos íntimamente e identificar qué vacíos hay en nuestras vidas, que queremos compensar con la adrenalina de las compras; y b) hay que recordar que esta no es la última oportunidad para aprovechar las ofertas y promociones ya que, como cado año, habrá más en diciembre, después de las fiestas decembrinas, en mayo, previo a las temporadas vacacionales, cada cambio de temporada y, desde luego, también en el Buen Fin del próximo año.