¡Un gusto estar, junto con los 5 puntos de cada semana, de regreso en las páginas de Síntesis! En este inicio del 2025 vale la pena retomar aquello de que siempre “hay que esperar lo mejor, pero preparase para lo peor” por lo que, con la esperanza de que todas y todos los lectores tengan un muy venturoso año, esta columna presenta algunos de los principales riesgos que el país pudiera llegar a enfrentar en 2025 para que, creyendo firmemente que son nubarrones que habrán de pasar de largo, en caso de que sí lleguen a materializarse estén prevenidas y prevenidos, puedan evaluar desde su propia realidad qué tan factible es que sucedan, qué impactos pudieran tener en su entorno inmediato, cómo les afectarían a ustedes y sus familia y, sobre todo, puedan ir haciendo previsiones para que no agarren, como suele decirse, tapándose con una con una mano adelante y con la otra detrás, mientras preguntan que por qué nadie avisó.  Dicho lo anterior, ¡vengan esos 5 riesgos en los #CincoPuntos con los que esta columna arranca el año!

 

  1. Concentración de poder y discrecionalidad excesiva en México. Entendiendo que el resultado del proceso electoral en México se interpretó como un mandato para que la presidenta Claudia Sheinbaum, MORENA y anexas rediseñen las instituciones del país. Desafortunadamente, las mayorías no garantizan el tener la razón ni, mucho menos, el hacer las cosas bien.  En este sentido, el concentrar tanto poder político genera la tentación de no tener que negociar con nadie y ahí está el gran riesgo: en la medida que las políticas públicas no se discuten, errores conceptuales, de diseño o de ceguera ideológica que serían evidenciados en la discusión y, por lo tanto, evitados o corregidos, pueden pasar inadvertidos hasta que la realidad política y social nos avisa a su manera: generando algún tipo de crises.  De hecho, tanto la división de poderes como el sistema de “pesos y contrapesos” propios de las democracias liberales, de las que ahora muchos reniegan, surgieron para limitar las decisiones discrecionales de las cortes monárquicas y forzar la discusión de los asuntos públicos.  En México no hay una corte, pero si la tentación de que la fuerza política mayoritaria quiera rediseñar el país, sin realmente abrir la discusión, pues el riesgo sería doble: el de pretender homologar a un país que es fundamentalmente diverso y el de no detectar errores en su proyecto de país que, para quienes ven a México desde otras posiciones ideológicas, pudieran ser evidentes.
  2. Violencia y estado de derecho. Aunque de lo común y cotidiano ya parezca una obviedad, hay que señalar que la criminalidad y la violencia en el país significan un enorme riesgo para México en varios sentidos, entre los que resaltan los sobrecostos que imponen a la actividad económica, tanto de manera directa, vía el cobro del derecho de piso, la extorción, el robo o los secuestros; como una segunda, menos evidente pero igual de relevante, asociada al riesgo que perciben los inversionistas por invertir en México (lo mismo los ejecutivos de una transnacional que la chava que está pensando si con sus ahorros pone un negocio o no) y que los obliga a obtener tasas de retorno más elevadas para que las sus inversiones sean redituables o, de lo contario, dejar de invertir, y generar empleos, en México.  Adicionalmente, está la muy peligrosa tolerancia que, cómo mexicanas y mexicanos, generamos a la violencia.  Esta hace que veamos “normal” atrocidades que deberían de indignarnos y evita que esa indignación ponga a temblar a las autoridades que permiten la violencia y las atrocidades. Se nos olvida que cuando no hay estado de derecho y la violencia está desatada, la siguiente víctima, en cualquier momento, puede ser cualquiera de nosotros.
  3. Excesos, déficit y ajustes en los mercados financieros. Esta historia ya nos la deberíamos de saber de memoria, pues México vivió diferentes versiones de esta en las crisis de 1976,1983, 1988 y 1994.  En términos de deuda pública no aplica eso de que “el que la hace, la paga”, porque las deudas del gobierno las acabamos pagando entre todas y todos, vía el dinero que, al pagar impuestos, le damos al Gobiernos.  El riesgo es que, mientras el Gobierno no corrija y se siga endeudando, más caro nos sale, pues con una deuda creciente y sin nuevas fuentes de pago, más riesgoso es prestarle al Gobierno de México y, en consecuencia, aumenta la tasa de interés a la que contrata sus nuevas deudas para compensar ese aumento en el riesgo.  El tema no es menor, dado que el año pasado se cerró con un déficit equivalente a 6% del PIB (es decir, el gobierno gastó, por encima de sus ingresos, el equivalente a 6 de cada 100 pesos producidos en el país), lo que significa un nivel de endeudamiento que no se veía en México desde los años 80’s, en los que fue tan malo el manejo de los recursos públicos, que a los sexenios de Luis Echeverría Álvarez (1976-1982) y José López Portillo (1982-1988) se les conoce como la “docena trágica”.
  4. Trump, la migración y México. El tercer y cuarto riesgo tienen que ver con la figura de Donald Trump y su regreso a la Presidencia de los Estados Unidos -del que escribiré con más detalle en una próxima columna- pero que, para efecto de la presente, hay que resaltar la línea dura que es muy probable que adopte en temas migratorios, misma que va a impactar a México más allá de los millones e paisanos que viven en los Estados Unidos.  Por un lado, está el riesgo de que se fuerce a México fungir, en los hechos, de “tercer país seguro”, al mandar a territorio nacional a buena parte los latinoamericanos- no-mexicanos a quienes se niegue el acceso a EE.UU., lo que generará mayor presión sobre las finanzas públicas mexicanas, pues se tendrá que atender y dar servicios mínimos a esas personas, amén del impacto que las restricciones migratorias en las fronteras puedan tener en los flujos de mercancías que diariamente cruzan de México a los Estados Unidos y viceversa.
  5. Trump, el libre comercio y México. A reserva de profundizar en las implicaciones de la presidencia de Trump en las siguientes entregas, hay que señalar que en lo fundamental es un “aislacionista” que no cree en el papel que los EE.UU. han jugado en el entorno global los últimos 100 años, lo que impacta tanto en lo geopolítico como en el comercio internacional, en el que México es un participante muy activo.  Pese a que aún hay quien cree que la economía mexicana depende del petróleo, en la actualidad las exportaciones petroleras rondan el 5% de las exportaciones mexicanas totales, mientras que las manufactureras -encabezadas por las automotrices. son más del 60%, por lo que el comercio internacional, y fundamentalmente el T-MEC y el acceso preferencial que la da a las mercancías mexicanas al mercado de los EE.UU., es el motor de nuestra economía, por lo que el riesgo de que este se reduzca o cancele es un tema mayor para México.  Habrá quien lo desestime, muy ad hoc con el discurso oficial, argumentando que la dependencia comercial es mutua, pero estaría olvidando que: a) si México es actualmente el principal proveedor de la economía norteamericana, no es por el aumento de nuestras exportaciones sino por la reducción de las chinas, resultado de la tensión entre ambas potencias; y b) que mientras las exportaciones mexicanas a EE.UU. representan más del 80% del total de las misas, las importaciones de la economía norteamericana provenientes de México, rondan apenas el 16% de sus importaciones totales.  Cuestión de magnitudes.

 

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