No soy ningún vidente, pitonisa ni cosa que se le parezca, pero desde ahorita advierto que cualquier cosa relevante que suceda en este 2025, así sea en el plano personal o en las más altas esferas de la geopolítica mundial, va a tener el tono anaranjado del bronceado artificial característico de Donald Trump quien, a partir de hoy mismo, hace historia como el presidente 45 y 47 de los Estados Unidos. Lo anterior podría sonar exagerado, máxime si se toma como referencia el periodo 2017 a 2021 en el que Trump ya habitó la famosa Casa Blanca, pero precisamente ahí es donde reside la importancia de este nuevo cuatrienio como presidente de los EE. UU.: va a ser una presidencia muy distinta de su gestión anterior y sus repercusiones, positivas y negativas, se van a resentir en todos los confines y en la gran mayoría de los ámbitos de la vida de los casi 8,200 millones de personas que habitamos el planeta. Los #CincoPuntos de esta semana están obligadamente dedicados a Donald Trump y su segunda vuelta como Presidente de los Estados Unidos.
- Segunda vuelta, reforzada y con esteroides. Durante el periodo 2017 a 2021, Donald Trump se vio obligado a refrenar buena parte de sus proyectos, planes y apetitos, porque era un recién llegado a la política norteamericana y dependió, en muchos sentidos, de políticos de viejo cuño en el Partido Republicano que, en la medida de sus posibilidades, trataron de conducirlo por los canales tradicionales de la toma de decisiones en Washington. Sin embargo, esa contención dio de sí a raíz de la derrota electoral de Trump frente a Joe Biden, tal como quedó exhibido con el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Dicho lo anterior, hay que tomar en cuenta que Trump ya no es ningún novato y, en lugar de rodearse de políticos de experiencia que lo pudieran guiar -como sucedió en 2017-, esta vez el norteamericano sabe dónde están y cómo utilizar los resortes del poder, y está conformando un primer círculo poblado por sus incondicionales y los representantes de sus intereses económicos.
- Narcovecindad con México. Si bien el tema de migración fue fundamental durante la campaña electoral para los intereses republicanos, no necesariamente va a tener la misma importancia -tanto mediática como en la toma de decisiones- durante la segunda vuelta presidencial de Donald Trump y probablemente quedará relegada a un segundo plano y como arma discursiva contra los demócratas. En el caso de México, el tema alrededor del cual parece se construirá la política de vecindad norteamericana, es el del combate a los cárteles de la droga mexicanos, teniendo como principales figuras al inminente Secretario de Estado, Marco Rubio (ex legislador por Florida), y la propuesta para Fiscal General de los EE.UU., Pam Bondi (fiscal general de Florida de 2011 a 2019). Ambos son políticos republicanos jóvenes, que se han mostrados proclives a enfrentar a los narcos con todo el poder militar estadounidense… pero en territorio mexicano. En este contexto debe entenderse la llegada de un ex boina verde, Ronald Johnson, como embajador del Gobierno de Trump en México.
- Baraja nueva a nivel internacional. A diferencia de lo ocurrido en 2017, cuando existían sólidos liderazgos liberales en buena parte del mundo, que sirvieron de contrapeso al espíritu contradictoriamente aislacionista y expansionista de Donald Trump (por un lado, reniega de las misiones norteamericanas en favor de la defensa de las alianzas democráticas que datan del final de la Segunda Guerra Mundial y, al mismo tiempo, quiere hacer sentir la presencia de Washington lo mismo en México que en Groenlandia o el canal de Panamá), como fue el caso de la alemana Angela Merkel con quien el norteamericano tuvo un encontronazo de antología, hoy el escenario internacional luce muy distinto. Por un lado, muchos de los liderazgos “iliberales”, aliados naturales de Trump, parecen estar ya muy consolidados, como es el caso de Putin en Rusia, Orlan en Hungría, Erdogan en Turquía, Netanyahu en Israel y hasta Bukele en El Salvador; mientras que, por otro lado, las Naciones Unidas, junto con el resto de los organismos multilaterales, están desdibujadas y sin capacidad de hacerse sentir en la agenda internacional. Aquí vale la pena señalar de manera específica el escenario europeo, donde la amenaza de abandono de Trump levanta cuestionamientos sobre la viabilidad del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que, en los hechos, ha sido el freno al expansionismo de Moscú, el silencio británico y la incapacidad del galo Macron para llenar los zapatos que dejó Merkel y quien, lejos de ser el nuevo líder de la Europa liberal y democrática, parece retroceder y achicarse ante la amenaza local de la ultraderecha de Marine Le Pen.
- En política suele decirse que, si se le puede poner un precio a un problema, entonces salió barato. Lo anterior, por burdo que parezca, pudiera ser el colofón a la tensión comercial entre Beijing y Washington. Es una posición muy aventurada, pero no es casual la presencia a un lado de Trump de Elon Musk quien, en términos comercialmente figurativos, “babea” por acceder a la tecnología china de los vehículos eléctricos de lujo de BYD que, a una fracción del costo de los Tesla, superan a loas norteamericanos en canto a autonomía, al ofrecer cerca de 500 kilómetros de recorrido sin necesidad de recargarlos.
- Sin nada que perder. A sus 78 años cumplidos (únicamente 4 menos que Joe Biden), es sumamente probable que esta segunda vuelta en la Presidencia de los EE.UU. vaya a ser el último cargo que Donald Trump ejerza en su vida… y él lo sabe, por lo que pinta para ser uno impredecible y difícil de controlar, pues muchos de los “frenos” que los líderes suelen enfrentar, como el “costo reputacional”, las represalias de los hoy vencidos en el futuro cuando se recuperen o el encarecimiento de las negociaciones por haber incumplido los términos de ciertos acuerdos, no son un freno para el nuevo Presidente de los Estados Unidos, simplemente porque ya no va a estar vivo para enfrentarlos, de tal manera que únicamente su ética personal (la cual ha sido cuestionada más de una vez) será su freno para mentir, engañar o abusar de sus contrapartes. Es algo que ya se ha visto, aunque no a escala global.
No parece exagerado, en virtud de lo anterior, que a partir de hoy el efecto Trump implique un “reset” global a la actividad política.