Alguna vez escuché decir que en política -y particularmente en política internacional- no hay sorpresas, sino sorprendidos.  Lo anterior viene a colación por el caso de aquellos analistas, políticos, gobernantes, autoridades o simples interesados en lo que sucede en los Estados Unidos que, hasta el último momento, se han resistido a creer que el ahora presidente norteamericano Donald Trump fuera capaz de hacer, una vez que hubiera llegado a la Casa Blanca, todo aquello que, tanto como candidato como en su calidad de presidente electo, dijo que iba a hacer una vez que juramentara como presidente y llegara, precisamente, a la Casa Blanca.  En este sentido, y contrario con lo que muchas veces sucede con las y los políticos en México, para bien, para mal o para peor, Donald Trump ha sido una figura pública y un político consecuente: lo que ha dicho lo está haciendo o, por lo menos, lo va a intentar.  Dado lo mediáticamente potente que ha sido el inicio de su administración, y lo globalmente relevante de la misma, por segunda semana consecutiva, los #CincoPuntos están obligadamente dedicados a Donald Trump.

 

  1. Trump el pirómano mediático. Si se hubiera tratado de cualquier otro personaje, un discurso como el pronunciado por Donald Trump en su inauguración como Presidente de los Estados Unidos hubiera causado una alarma mucho mayor a la provocada por el republicano quien, de manera seguramente estudiada y planeada, se dirigió a sus gobernados y al mundo entero poniendo por delante los puntos más polémicos y sensacionalistas de su agenda.  ¿Por qué hacerlo? La respuesta es tan sencilla que ofende en su obviedad: ¡Porque el presidente Trump es una figura mediática que, más allá de su personal adicción por figurar, necesita del tiempo en pantalla para proyectar una imagen que, a fuerza de ser consumida, termina por ser una realidad!  Así hizo su leyenda empresarial, su carrera política y así habrá de ser, asimismo, su gestión a lo largo de los próximos 4 años.
  2. Trump el bonapartista. Dentro del análisis político marxista se alude a la existencia de regímenes bonapartistas cuando se refieren a un “régimen personal” que se eleva por encima de la sociedad y las instituciones, “concilia” entre clases sociales antagónicas y gobierna a base de la voluntad personal y le fuerza del líder quien, para lograrlo, protege los intereses de la clase dominante. De esta manera, es posible ir entendiendo que, en realidad, el presidente Trump no está inventando nada nuevo con sus variopintos decretos presidenciales (executive orders) y, por el contrario, está regresando el debate político a la época en la que la familia Bonaparte hizo de las suyas en Europa.
  3. Trump: Peace through strength. La política basada en el principio de la “paz a través de la fuerza” o “paz armada” supone que si un determinado país y/o su líder (en estos casos suelen ser indistingibles el uno del otro) demuestra una gran fuerza militar, tanto logística como operativa, tecnológica, armamentista y en su capacidad de destrucción, será más respetada por el resto de la comunidad internacional y, en consecuencia, el temor a que intervenga de manera directa será un disuasor lo suficientemente importante para que estallen conflictos armados contrarios a sus intereses.  Ese fue el estado de las cosas en Europa en el periodo comprendido entre fin de la guerra franco-prusiana (1871) y el inicio de la Primera Guerra Mundial (1914), cuando evidentemente no funcionó, y que ahora busca retomar el presidente Trump como uno de los ejes de su política internacional.
  4. Trump: Peace through strength y México. Uno podría ingenuamente pensar que la importancia de solucionar los conflictos en Ucrania y Medio Oriente, así como templar los deseos chinos de invadir a Taiwán, por no decir nada de las también pintorescas ideas trumpistas sobre Groenlandia o Panamá, serían suficiente para tener colmado el plato del Departamento de Estado de los EE. UU. y que los temas mexicanos -narco, migración y comercio internacional- podrían pasar “por debajo del radar” y así navegar de manera medianamente calma el cuatrienio.  Desafortunadamente, para que la política de “peace trough strengh” funcione, los EE.UU. necesitan mostrarse particularmente decididos y contundentes con quienes más interacción tienen y no les representan un reto militar, a fin de que para todos los demás sean una amenaza creíble.  Situación complicada para México, pero que le queda como “anillo al dedo” al bully que es el presidente Trump.
  5. Trump, dinero y redes sociales. Mucho se ha dicho de la presencia de los multimillonarios globales en la toma de protesta de Trump pero, visto con cuidado, los CEO de las armadoras automotrices o los líderes de otras industrias forjadas en los siglos XIX y XX brillaron por su ausencia, y quienes sí estuvieron ahí fueron aquellos vinculados con el internet y las redes sociales.  Lo anterior tiene implicaciones mayores que, por un lado, dejan claro que Donald Trump ha< entendido mejor que muchos la naturaleza del Siglo XXI y, por otra, que dado que nuestro entendimiento de la realidad pasa por la “social media” controlada por estos aliados trumpistas, bien podemos estar a las puertas de una nueva época no sólo para los EE.UU sino para todo Occidente.

 

¿Cómo hacer una narrativa opositora a los regímenes en funciones si la realidad que percibimos, ¿así como las plataformas por medio de las cuales nos comunicamos, están definidas por los logaritmos que favorecen a los intereses de los aliados de esos mismos regímenes a los que se busca oponerse?

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