Por: Michel Chaín

 

Después de dos semanas en las que el fenómeno y la estridencia asociadas al fenómeno político y mediático en el que está convertido el Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, monopolizó esta columna -y pese a estar viviendo con la espada de Damocles colgando sobre nuestras cabezas, dada la falta de resolución de la amenaza de los aranceles- se vuelve a poner el foco sobre México, para comenzar a analizar con qué tipo de instrumentos, más allá del himno nacional, cuenta el país para sortear el convulso escenario que se presenta.  En este tenor, tanto por su contenido como por la manera en la que fue presentado, los #CincoPuntos de esta semana buscan guardar la objetividad y las justas dimensiones, para abordar el recién presentado “Plan México”.

 

  1. La buena ¡La buena es que hay planes!  Contrario a lo ocurrido hace seis años, cuando el expresidente López Obrador tiró a la basura el proyecto de Plan Nacional de Desarrollo que había elaborado la SHCP, a cargo entonces de Carlos Urzúa, que cumplía no sólo con los criterios técnicos y programáticos de un documento rector para el gobierno del país -además con lo establecido en la Ley de Planeación- y, en su lugar, publicar un documento ideológico hecho sobre las rodillas que no cumplió con la Ley, no ayudó a articular las políticas públicas, no le dio certeza y claridad respecto a éstas a los ciudadanos y, en cambio, sí fue la gota que derramó el vaso para que Urzúa renunciara al gobierno lopezobradorista, el gobierno de Claudia Sheinbaum parece haberse tomado tan en serio la planeación, al grado que no sólo tenemos un plan, ¡sino dos!:  El Plan Nacional de Desarrollo 2025-2030 (PND) y el Plan México.

 

  1. La mala. El poco involucramiento de la sociedad en la elaboración de estos planes pues, contrario al espíritu de la Ley, que contempla ejercicios de consulta y participación de los distintos sectores, en las diferentes regiones del país, en la mayor parte de los casos, la planeación gubernamental en México termina por ser un obscuro ejercicio de gabinete, al que sólo se le da una embarradita de legitimidad realizando foros de consulta que terminan por no incidir en lo planteado; o, en su defecto, es resultado del trabajo de grupos de investigadores y académicos asimilados ideológicamente al régimen, que no dan oportunidad para que otras voces se puedan escuchar u otras perspectivas ser consideradas. Resultado de lo anterior, y de manera poco sorprendente, dado que no hay participación social en su elaboración, tampoco hay mucho conocimiento sobre lo que plantean y, en consecuencia, no ayudan a dar claridad sobre lo que va a hacer el gobierno y, por lo tanto, no ayudan a generar la certeza que reduce la percepción de riesgo y ayuda a que se den más inversiones.

 

  1. La peor. Sin duda, el timming del Gobierno Federal para la elaboración y presentación del Plan México.  En el caso del PND no hay nada que decir, pues sus tiempos están establecidos en la Ley de Planeación.  Caso contrario, para el Plan México no había ninguna restricción y, por lo tanto, llama tanto la atención que se haya elaborado y presentado antes de que Donald Trump tomara protesta como presidente de los Estados Unidos.  ¿O me van a decir que Trump no es el fenómeno político, social y económico más disruptivo de la actualidad y que todo lo que ha dicho o publicado respecto a México desde el 20 de enero que comenzó a despachar en el Salón Oval, afecta a lo que sucede en el país? Algo me dice que hubiera valido la pena que el Gobierno Federal se hubiera esperado un poquito más para incorporare el efecto Trump, ya como Presidente, en su planeación.

 

  1. ¿Qué es el Plan México? En términos generales, el Plan México es un plan de choque, con acciones de corto y mediano plazo, encaminadas a recuperar la competitividad que en los últimos 10 años perdió el país para, de esta manera, volver a ser atractivo para las inversiones.  En este sentido, hay que recordar que, de acuerdo con el ranking mundial 2024 del World Competitiveness Center -que pertenece al Foro Económico Mundial-, México es un país poco competitivo, pues lleva cuatro años ocupando los lugares 55 0 56, de las 67 economías consideradas para el estudio.

 

 

  1. ¿De qué trata? Pues, a riesgo de terminar siendo polémico por lo directo, es un plan de acción para revertir muchos de los desaciertos y del abandono que, en los últimos 6 años, hubo en las condiciones materiales y el clima de negocios del país.  En este sentido, se aleja de las megaobras del sexenio anterior y plantea medidas regionales para ofrecer condiciones preferenciales para atraer inversiones (los polos del bienestar), la deducción fiscal para las nuevas inversiones consideradas como nearshoring, revive a la banca de desarrollo, consolida y facilita trámites, se acuerda de las MiPYMES y los encadenamientos productivos, reconoce la necesidad de invertir para generar 2 mil megawatts adicionales para el 2030, así como de actualizar el marco normativo mediante iniciativas como la Ley Nacional de Simplificación y Digitalización, entre otras.  Se señala una inversión de 2.07 billones de pesos, a lo largo del sexenio, para Pemex, lo que me parece un despropósito por tratarse de una empresa inviable y que ese dinero podría tener destinos más redituales, pero entiendo que es el costo de los amarres ideológicos del régimen de Morena.  Dado lo anterior, aunque tímido frente al reto que se enfrenta, me parece un documento bien encaminado.

 

Desafortunadamente, dado el efecto Trump que, por lo pronto, tiene paralizadas las inversiones en el país ante la incertidumbre que existe respecto a los aranceles; la polémica por la reforma judicial, cada vez más turbia y con una elección cada vez menos ciudadana, y que, de no garantizar un respeto mínimo al estado de derecho, puede dañar de manera estructural la confianza de los inversionistas en el país; y el creciente número de entidades federativas haciendo crisis por la violencia que viven, empezando por Sinaloa y terminando en Chiapas, pasando por Guerrero, Oaxaca, Morelos, Estado de México o Tamaulipas, entre otros, la verdad es que, aunque bien encaminado, sabe a poco.

 

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