A raíz de la carta del “Mayo” Zambada exigiendo la defensa de sus derechos por parte del Gobierno de México, la Presidenta Sheinbaum enfrentó una disyuntiva imposible: si defendía la soberanía nacional ¡malo!, pues parecía que defendía a Zambada; y, si se hacía de la vista gorda ¡peor!, pues no sólo no defendía la inviolabilidad del territorio, sino que desfondaría el discurso soberanista que había venido manejando.

 

Al final, el Gobierno de México (García Harfush dixit: que fue una decisión colegiada y no de la Presidenta), optó por hacer historia y “mandar” a EE.UU. – dado que no hubo juicio de extradición de por medio- a 29 afamados líderes criminales, encarcelados en México.  Entre los narcos enviados a EE.UU. sobresale Rafael Caro Quintero -quien ha sido solicitado por Washington desde 1985, cuando supuestamente participó en el asesinato de Enrique “Kiki” Camarena, quien era agenta de la DEA en México- es claro que se buscó cimbrar la percepción que en EE.UU. hay de México y los gobiernos de la 4T, al grado de conjurar la amenaza de los aranceles, pero sin lograrlo.

 

Desafortunadamente, el esfuerzo mexicano fue opacado por el encontronazo todo-menos-diplomático de los presidentes Zelenski y Trump quienes, en vivo y a todo color, no sólo perdieron las formas, también perdieron los equilibrios geopolíticos heredados de la 2da. Guerra Mundial, coqueteando de manera temeraria con una tercera.

 

Al final, Trump y sus secuaces se quedaron sin las tierras raras ucranianas; Ucrania sin el apoyo militar de EE.UU. para defenderse de la invasión rusa; y, en México, nos quedamos exactamente igual en cuanto a los eventuales aranceles, pero sin 29 capos del narco para poder negociar.  Como en la pirinola, ¡perdimos todos!

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