El mensaje es claro, las coloridas consignas se leen en pancartas y lonas expuestas en puentes, postes y marchas pacíficas. La comunidad universitaria demanda lo que desde hace tiempo viene haciendo ruido, una ciudad que integre al peatón y a sus necesidades de movilidad.
Esta vez la llamada de atención tomó lugar en la Vía Atlixcáyotl; avenida que ha sido varias veces modificada bajo el argumento de mejorar su uso, eficacia y conectividad urbana, lo cierto es que en ninguna de estas adaptaciones ha integrado al peatón de manera respetuosa. La respuesta ha llegado por partes, un paso de cebra a la altura del CCU toma por sorpresa al conductor habitual de esta vía, sin embargo, esto supondría un problema más a los que ya de por sí cuenta esta vialidad; la congestión vehicular y el entorpecimiento en los tiempos de traslado incrementarían si vuelve el uso de semáforo en esa importante intersección.
Ahora bien, esto ha puesto el dedo en la llaga, contradice todo discurso de ciudad modelo con el que se presenta hoy Puebla. El crecimiento de esta ciudad es evidente, nuevos desarrollos se le suman de manera acelerada sin tener definida una estrategia que tome en cuenta a todos los usuarios.
Se entiende entonces que este fenómeno no es exclusivo de esta vialidad, otras igualmente densas y populares de nuestra ciudad padecen problemáticas similares; es preciso exigir nuestro valor como ciudadanos, demandar una reciprocidad entre las necesidades de los habitantes y las posibilidades que ofrece nuestro entorno. Ya lo dejaba ver Henri Lefebvre en su obra “El derecho a la ciudad” (1968), la urbe debe posibilitar su desarrollo económico sin pasar por alto el ofrecimiento de espacios idóneos para la cohesión social.
Diseñar sobre lo diseñado implicará siempre un reto, más cuando el rediseño ya ha sucedido y no ha englobado la participación de peatones y usuarios del transporte público. La Vía Atlixcáyotl vive hoy entre la espada y la pared, demandada por quienes la viven motorizadamente y, a su vez, por quienes se enfrentan al cruce a pie de los 10 carriles que por momentos la conforman. Si bien las posibles soluciones parecen no gustar del todo a todos, se esperaría que el reclamo haga suficiente eco como para incentivar mejores soluciones a próximos desarrollos urbanos.
Integrar a los diversos sistemas de movilidad (ciclistas, peatones, discapacitados) a las dinámicas de apropiación del espacio, debe ser base primaria de cualquier infraestructura urbana, una serie de puntos que jugarán a favor de la aceptación social de la obra si es que esta ofrece, verdaderamente, una solución al tránsito y a la conexión entre distintos puntos de la ciudad.
Alzar la voz por nuestra ciudad no es solo reclamar lo que naturalmente debería de suceder, respeto y consideración hacia todos sus usuarios, sino que es también una demanda a largo plazo, cuestionar la manera en la que hacemos ciudad para que esta se adapte a nosotros, o, de seguir así, nosotros a ella.
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