Como si se tratara de jugar la pirinola, en la que “pierden todos”, los aranceles nos duelen a todos.

Quien los impone -en este caso EE.UU.- incrementa su nivel de precios, pues los aranceles encarecen los insumos que necesita su planta productiva y sus productos finales y, si se extienden en el tiempo, la economía pierde el “acicate” de tener que competir con el resto del mundo, dejando a sus consumidores atrapados entre tener que conformarse con productos locales caros, de menor calidad y con menos variedad u optar por productos extranjeros “fayuca”(introducidos ilegalmente) aunque no brinden ninguna certeza ni tengan controles de calidad.

Durante la “docena trágica” (1976-1988) México impuso aranceles y utilizó el petróleo como palanca de crecimiento, fracasando rotundamente e inauguró la época de las crisis sexenales (1976-2000).

Actualmente, contrario a la creencia popular, México ya no depende del petróleo.

A raíz de la apertura comercial, la importancia de las manufacturas (89.8% de las exportaciones totales 2024) superó ampliamente a los hidrocarburos (4.6% de las exportaciones mexicanas totales) siendo el motor de nuestro crecimiento por 30 años.

Desafortunadamente, el sector automotriz -nuestra joya de la corona- está bajo el asedio la política norteamericana que, contra toda evidencia o lógica económica, y pese a que se basa en cadenas de proveeduría globales, quiere circunscribirla únicamente a territorio norteamericano.  En el caso de México, los aranceles del 25% significaría una caída del -1.5% del PIB 2025[1] lo que, en una economía que ya redujo sus perspectivas del crecimiento del 1.6% a 0.6%, podría ser un caída económica del -1%.

Por ahí dicen que mal le pinta la semana a los que ahorcan en lunes.

[1] BBVA Research, “México. Aranceles de 25% a México: poca probabilidad de que sean de larga duración; pero de ser el caso, el impacto será negativo en ambas economías”, 1 febrero 2025.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here