El Estadio Azteca deja de ser azteca. La emblemática obra, templo deportivo para muchos, ha cambiado de identidad, Banorte es ahora quien se cita.
La noticia ha venido acompañada junto con la de su remodelación y ampliación, esto por el mundial que se realizará en 2026 y que el 11 junio, en dicho estadio será el partido inaugural. Hotel, estacionamiento y centro comercial son las adiciones que se contemplan, un megaproyecto que dice corresponder a la magnitud de este evento deportivo, pretendiendo acoger en sus más de 300,000 metros cuadrados de construcción (tres veces más que el propio estadio) a todos los entusiastas del futbol.
Obra de 1966 por los arquitectos Pedro Ramírez Vázquez y Rafael Mijares Alcérreca, el Estadio Azteca ha sido ya sede de dos mundiales futbolísticos, 1970 y 1986. Sin embargo, en esta ocasión la propuesta de su ampliación ha gustado y disgustado por igual; hay quienes festejan la nueva cara que tendrá el estadio para recibir a los millones de turistas y, hay también quienes con la noticia no han dejado de oponérsele, especialmente los residentes del pueblo de Santa Úrsula, vecinos de este ambicioso proyecto.
Si bien es cierto que en la Ciudad de México existe una gran concentración de estas obras de carácter deportivo (también empleadas para conciertos y espectáculos), el Estadio Olímpico Universitario es el segundo más grande de todo el país, rebasado por el extinto Estadio Azteca. Ahora bien, la casa del Club Pumas puede sentirse igualmente orgulloso de ser considerado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, suerte que no corrió el ahora Estadio Banorte, y que, posiblemente, habría permitido la alteración de su nombre, forma y composición. ¿Cuánto tiempo más podrán estos títulos frenar la avalancha comercial que acorralan al legado arquitectónico?
El multimillonario patrocinio desenmascara la vulnerabilidad del patrimonio edificado ante los negocios que la acechan. La fama que este estadio ha acumulado a lo largo de los años le ha valido como moneda de cambio, como la oportunidad perfecta para sacar un beneficio económico. La mercantilización de la herencia arquitectónica en razón de las redes publicitarias, tal y como le sucedió al su hermano el año pasado, el Foro Sol, hoy conocido como “Estadio GNP”.
Si bien es cierto que durante el desarrollo de esta competición mundialista el recinto será identificado como “Estadio Ciudad de México” (debido a las políticas de la FIFA), el nombre oficial es ahora el que incluye al banco mexicano, ya no más a la civilización mesoamericana que con tanto orgullo ostentaba.
Los anuncios de estos cambios al estadio son tan impactantes, aplaudidos y abucheados como los mismos partidos jugados en este. Pero tal y como ha sucedido con otros eventos deportivos de esta escala, con cierta anticipación se planifican y construyen obras que permitan su desarrollo; corresponderá entonces estar atentos a su utilización posterior al mundial, cuando la afición vuelva a sus respectivas ciudades y estas instalaciones conformen el escenario cotidiano de la vida capitalina.
Qué otras obras pueden presumir ante una amplia cartera de inversionistas de tener una poderosa historia, una fama que posibilita uno de los spots publicitarios más grandes del mundo, un nombre que pesa y habita en la memoria de millonesde amantes del espectáculo y el deporte. ¿Cómo interpretan el cambio aquellosquienes el estadio les significa más que una sola cancha? ¿qué opinión les merecería a los arquitectos de este famoso estadio la alteración de su título?
El legado arquitectónico como herramienta publicitaria, una técnica que, si bien no es nueva, ha ido evolucionado y carcomiendo cada vez más su integridad. El pasar de los años (y la manera de hacer negocios) nos enseñarán hasta qué punto se puede comercializar con una obra arquitectónica.
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