México cerró el 2024 con un promedio de 70 asesinatos diarios.  En cualquier parte del mundo, el dato sería de escándalo y se esperaría una reacción ciudadana reclamando que ni una sola de esas muertes es aceptable.  Sin embargo, de manera triste y decepcionante, en México llevamos tanto tiempo conviviendo cotidianamente con asesinatos que ya perdimos la capacidad de asombro y, junto con esta, la de usar la indignación para organizarnos y exigir a nuestras autoridades resultados contundentes en materia de seguridad y protección a la vida de todas y todos.

El pasado 20 de mayo, los asesinatos de Ximena Guzmán y José Muñoz encendieron las luces de alarma, y nos deben hacer reflexionar y corregir.  Más allá del dolor de sus familias y amistades- con quienes me solidarizo en estos momentos indescriptiblemente dolorosos- sus asesinatos exponen lo vulnerable de las estructuras de gobierno de todo el país, ante este tipo de atentados.  Al asesinar a Ximena Guzmán, quien en su calidad de secretaria particular era la funcionaria con mayor cercanía física a la Jefa de Gobierno de la CDMX, Clara Brugada, la criminalidad está diciendo que prácticamente nadie en el país está fuera de su alcance.  Un mensaje que preocupa.

Asimismo, y dado que el gabinete de seguridad de la presidenta Sheinbaum estaba en la “mañanera” al momento del atentado, se evidenció lo complicado de reaccionar oportuna y coordinadamente cuando los titulares de las dependencias relevantes están “congelados” ante las cámaras con una transmisión en vivo.  No se trata de cancelar las “mañaneras”, pero sí de revisar protocolos para asegurar liderazgos funcionales ante eventualidades mayores.  En este sentido, resaltar la capacidad del Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch para, de manera improvisada, tras bambalinas y con todo y la transmisión en vivo, reaccionar y asumir el control de la crisis.

La realidad hizo acto de presencia y, más allá de simpatías partidistas o tendencias estadísticas, es un hecho que la inseguridad tiñó de rojo no sólo al Gobierno de la CDMX o la “mañanera”, sino a la agenda nacional, y su desactivación debe encabezar las prioridades del país.

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