En una entrega anterior abordamos la 19.ª Bienal de Arquitectura de Venecia, a su director, Carlo Ratti, y su visión para el evento, sin embargo, vale la pena recuperar el tema y ahondar en la participación de icónicos estudios de arquitectura, aquellos cuyas intervenciones y vínculos sociales transcienden de la propia exposición.
Recordemos la temática de este año: “Intelligens. Natural. Artificial. Collective”, un intento del curador italiano que posiciona a Venecia en la escena artística mundial, esto con la intención de analizar una arquitectura contextualizada con la realidad, desde las posibilidades que nos ofrece la tecnología hasta su contraparte, el cambio climático, por ejemplo.
Comisionado por Marina Otero y Giovanna Zabotti, el Pabellón del Vaticano busca, en esta edición, ver a la arquitectura con otros ojos, ajena a la “perfección”. Ubicado en el complejo de Santa Maria Ausiliatrice di Castello, la obra titulada Opera Aperta (obra abierta) corre en manos de Tatiana Bilbao Estudio y MAIO Architects, de Ciudad de México y Barcelona respectivamente, y en la cual se busca realzar el carácter del tiempo que se presentan en este edificio del siglo XII, concebido inicialmente como hospicio para los peregrinos.
Las grietas y afectaciones que con los años se han formado en este complejo son, para este equipo de arquitectos, una oportunidad para fortalecer los lazos sociales y revalorizar el quehacer arquitectónico; estas aparentes imperfecciones de la obra (visuales y estructurales) son más bien el ejercicio idóneo para el intercambio de saberes y la práctica creativa que entrelaza la intención del pasado con la necesidad del presente. Es así como hasta noviembre, al término de la bienal, este espacio será intervenido por restauradores y artesanos locales que trabajarán en conjunto para su conservación, todo frente a los ojos de miles de visitantes, quienes son también partícipes del proceso.
Recordemos que esta no es la primera colaboración entre el despacho mexicano y el catalán, pues esta dupla, junto con Dogma (estudio de Bruselas), trabajan en conjunto en el monasterio de Neuzelle, al noreste de Alemania. Es decir, estos proyectos de carácter eclesiástico no son nuevos para Bilbao ni para su equipo de trabajo, quienes presentan hoy, en un evento de talla mundial, una lectura artística, tal vez filosófica, de los procesos de una obra y la readaptación del espacio, tal y como en el caso del monasterio.
Según los arquitectos del pabellón, este proyecto ofrece la facilidad de reinterpretar nuestra concepción y práctica de la arquitectura; vivir un espacio en proceso de remodelación abre un abanico de posibilidades en torno a los alcances que esta profesión ofrece, aunado a la reinterpretación del público que lo visita.
Ahora bien, como ha sucedido en ediciones pasadas, la bienal está rodeada de aplausos y señalamientos, de felicitaciones y de críticas, algunas de estas cuestionan el papel del arquitecto en este tipo de eventos, como la crítica del argentino Fredy Massad, quien hace una pertinente pregunta: ¿dónde está la arquitectura en la bienal de arquitectura? Pone el dedo en la llaga al señalar que algunas participaciones no son sino activismo social, pues no todo lo expuesto corresponde con las responsabilidades de la arquitectura, según Massad.
Si bien los espacios como la Bienal de Venecia facilitan la divulgación e interpretación sobre los alcances de la arquitectura, qué mejor que este evento provocase una acción colectiva ante las problemáticas abordadas, no limitarse a lo mediático de su popularidad, sino más bien aprovechar esto mismo y llamar a la acción a sus participantes y visitantes. Hacer y valorar la arquitectura desde el plano de la realidad actual, una tarea que no solo le compete al arquitecto, sino que a todos los que en ella interactúan.
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