La gala de clausura del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG) no solo puso fin a una de las ediciones más memorables de su historia: también se convirtió en una plataforma de denuncia, solidaridad y compromiso. La voz del cine se escuchó clara y fuerte: basta de guerra, basta de silencio.

La actriz portuguesa María de Medeiros, homenajeada como Invitada de Honor por su destacada trayectoria en el cine mundial, fue el rostro simbólico de una celebración que miró tanto al arte como a la política. Conocida por su papel en Pulp Fiction y su cercanía con México —donde filmó Dos Fridas—, De Medeiros agradeció emocionada la distinción. “México es una gran nación de cultura, de arte, de cine. Es una referencia mundial”, afirmó.

Pero fue el director israelí-estadounidense Udi Aloni quien marcó un momento decisivo en la noche al tomar el micrófono para lanzar un llamado urgente: “La única forma de redimir mi identidad judía es con mi solidaridad total hacia el pueblo palestino. ¡Detengan el genocidio!”, expresó con firmeza, arrancando una ovación del auditorio.

Triunfos iberoamericanos con mirada social

En la sección de Largometraje Iberoamericano de Ficción, la gran ganadora fue la película brasileña La mejor madre del mundo, que se llevó tres galardones: Mejor Interpretación para Shirley Cruz, Mejor Fotografía para Lilis Soares y Mejor Guión para Ana Muylaert. Por su parte, O último azul, coproducción de Brasil y México dirigida por Gabriel Mascaro, fue reconocida como Mejor Película de la sección.

La realizadora Eva Libertad se llevó el premio a Mejor Dirección por su trabajo en Sorda, una cinta que explora las complejidades del lenguaje y la identidad.

En el terreno documental, el español Albert Serra triunfó con Tardes de soledad, un retrato íntimo del torero Andrés Roca Rey. Mientras tanto, el debut del cantante C. Tangana como director documental —La guitarra flamenca de Yerai Cortés— fue premiado por su sobresaliente fotografía, y la ecuatoriana Eco de luz, dirigida por Misha Vallejo, se llevó el galardón a Mejor Dirección.

El cine mexicano se reafirma y se rebela

El cine nacional también vivió una noche brillante. El documental En el fin del mundo, de Abraham Escobedo, recibió el reconocimiento de la crítica internacional (Fipresci) y dio uno de los discursos más potentes de la velada: “Hay más de 210 periodistas asesinados. Sigamos hablando de Palestina con ética y coherencia”, exclamó al desplegar una bandera palestina.

La película Llamarse Olimpia, dirigida por Indira Cato, se llevó el codiciado Premio Mezcal. El documental retrata la lucha de Olimpia Coral, referente en la defensa de los derechos digitales de las mujeres, en un país donde la violencia de género también tiene ecos en la red.

La ficción Doce lunas, de Victoria Franco, se destacó con premios a Mejor Dirección y Mejor Fotografía. El joven Emiliano Zurita fue reconocido por su interpretación en Autos, mota y rocanrol, mientras que el público premió el documental Boca vieja, reflejo del nuevo pulso del cine mexicano.

Una edición que puso el corazón en la pantalla

El cortometraje La mosca en la pared, dirigido por Mar Novo, cerró el telón como ganador del premio Hecho en Jalisco. Pero fue la dimensión humana y ética de esta edición la que dejó una huella profunda. El cine no fue solo espectáculo: fue trinchera, espejo y consigna.

En tiempos de violencia, desplazamientos y censura, el Festival de Guadalajara apostó por el arte como denuncia y como esperanza. A 40 años de su fundación, el FICG sigue demostrando que el cine, más que entretenimiento, puede ser resistencia.

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