Aquel sitio “libre», donde todo sucede y donde todos interactuamos es, en algunas ocasiones, indebidamente planificado o el último en considerarse al hacer ciudad.

El espacio público es una extensión de nuestra vida, es lo que nos comunica y enlaza con los demás espacios, comunes o privados, y que por su posicionamiento disperso en la ciudad nos obligan a transitar en el lugar de todos, mismo que deja ver la seriedad con la que se toma el diseño de la ciudad. Estas arterias urbanas, donde fluye la sociedad, son el escenario de la cotidianidad, donde se está y se hace lo obvio, lo visible, lo -público-, un determinante más en la calidad de vida de los ciudadanos.

Desde la más emotiva celebración hasta la más feroz protesta, las calles representan a quienes las transitan, todo aquello que forja el carácter y representatividad de la ciudad. El espacio público siempre es planificado, aunque no siempre dicha planificación es beneficiosa y acertada con la realidad de sus usuarios; objeto más bien de conveniencias personales y tratos cuestionables. Si bien es responsabilidad de todos el cuidado de estos sitios, la es también exhortar y exigir la ejecución adecuada de los mismos, espacios que verdaderamente respondan a lo que allí sucede y requiere.

Protestas por el manejo consciente y efectivo de nuestra ciudad no son raras de ver, recientemente, por ejemplo, en la Ciudad de México han ocurrido algunas de éstas que señalan específicamente la gentrificación, una problemática que se relaciona con la falta de vivienda asequible. Lo cierto es que así de importante como la vivienda es el sitio donde ésta se encuentre, lo que exista alrededor, su contexto, pues esto mismo responderá a la calidad de vida que allí se ofrezca. Como ejemplo de espacio público y continuando con la capital federativa, vemos que los metros cuadrados de área verde por habitante contrastan de una alcaldía a otra, siendo recomendable, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 9 m² por residente; cuando en la Miguel Hidalgo se ofrecen 15.4 m², en Milpa Alta esta medida se reduce a tan solo 2.2 m². En Puebla, esta medida ronda en promedio los 3 m².

Este alarmante metraje ofrece también otra lectura, un dato relevante que apunta directamente hacia la desigualdad de oportunidades: la esperanza de vida. Cuando en la alcaldía Benito Juárez la edad puede llegar a los 72.8 años, en la Magdalena Contreras este número no asciende de los 66.6 años, dato que debiera inquietar a quien resida en la alcandía o ciudad que sea.

En el tráfico, bajo una tormenta o en plena inundación es cuando más salen a relucir los espacios públicos, por cómo fueron concebidos y por cómo acogen a sus usuarios incluso en desafortunadas situaciones. Y es que dicho espacio está siempre allí, en nuestro día a día, su papel como facilitador de la cotidianidad debiera ser imprescindible en cualquier ciudad.

La calidad de la vía pública es determinante a la hora de recorrer la ciudad, sea uno residente o turista, pues da una imagen clara sobre el compromiso que se tiene con la ciudadanía y los objetivos a alcanzar como sociedad. Muchos de los problemas que aquejan y se integran lastimosamente en nuestra cotidianidad, como lo es la inseguridad, podrían aminorarse si se planificaran de mejor manera las ciudades. Vivir libremente es cada vez más complicado, es por eso que ante la innegable responsabilidad del diseño urbano en esta situación, ciudades que respondan a la condición actual son tan necesarias como su capacidad por adaptarse a escenarios futuros, que son cada vez más inciertos y alarmantes en todo sentido.

 

IG: jp.arquitextos

Correo: jp.arquitextos@hotmail.com

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