Quién no quisiera que su casa fuera diseñada a su medida, que cumpla a nuestras necesidades y que responda, por qué no, a nuestros caprichos más excéntricos. Mandar a diseñar una obra es, idealmente, materializar los requerimientos específicos de cada uno de nosotros, es alejarse de los moldes y de las generalidades que cumplen pero que no siempre satisfacen.
Hay arquitectos que consideran que este principio de la personalización de una obra es el fundamento básico de su oficio, es decir, la arquitectura como respuesta concreta a los gustos y necesidades del usuario. Para el arquitecto británico Norman Foster, el diseño arquitectónico es un programa social que debiera mejorar la calidad de vida material y espiritual de quien lo viva.
En días pasados una revista estadounidense enfocada en el diseño publicó el estudio artístico de la hija de una exfuncionaria de nuestro país, con ello, algunos medios recordaron el manejo que tuvo la entonces encargada de apoyar la ciencia y la tecnología en México y, también, el desvío de millones de pesos que hasta la fecha sigue sin aclararse. La obra que la hija mandó a hacer en el mismo predio donde vive su madre fue encomendado al despacho arquitectónico Estudio MMX, el cual cuenta con gran aceptación y prestigio entre el gremio.
Este no es el único caso en donde una revista exhibe los “sencillos” gustos de nuestros funcionarios, en el caso del expresidente Enrique Peña Nieto y su exesposa Angélica Rivera fue, quizás, sin querer queriendo. Lo que empezó siendo una entrevista de la actriz mexicana para una revista de farándula terminó siendo la revelación del sitio en donde, después de Los Pinos, la familia buscaba establecerse. La popularmente conocida Casa Blanca de Peña Nieto está ubicada en Lomas de Chapultepec, en la Ciudad de México, su diseño estuvo en manos del arquitecto Miguel Ángel Aragonés, quien tradujo los deseos del entonces matrimonio en una residencia con un valor cercano a los 90 millones de pesos.
Pero que el poder político guste de la calidad arquitectónica no es cosa nueva, lo vemos también, por ejemplo, en el Rancho Las Mesas, ubicado en Valle de Bravo y diseñado por el arquitecto Manuel Cervantes para el exgobernador de Veracruz Javier Duarte. Se dice que 223 millones de pesos que iban destinados a la Secretaría de Salud y a la de Educación fueron más bien empleados para cumplirle el ecuestre gusto al gober, quien hoy se encuentra tras las rejas penitenciarias y no tras la de los establos de su rancho.
Para gustos colores, y en la encomienda de un diseño arquitectónico pueden leerse muchos de los sueños, metas e inclusive traumas de quien dio rienda suelta a sus fantasías constructivas. En lo alto de la ciudad de Zihuatanejo se erige un pedazo de Grecia en la costa guerrerense, se le conoce como el Partenón de Zihuatanejo y es, en esencia, el templo de la corrupción. El cliente fue Arturo “El Negro” Durazo, quien era jefe de la policía en el Distrito Federal; se dice que el portón de acceso fue traído del Bosque de Chapultepec y que policías capitalinos fueron llevados para levantar el palacio del patrón, quien no gozó muchos años de la obra pues la protección política se le acabó poco después.
Estaremos de acuerdo entonces que la labor fundamental de la arquitectura es solucionar las necesidades espaciales de quien la habite y, bajo esa óptica, el arquitecto contratado debiera responder a su responsabilidad profesional. No es difícil imaginar cuántas grandes obras arquitectónicas y artísticas existen gracias al financiamiento con capitales nebulosos, aunque claro, esto no quiere decir que el diseñador avale o respalde la conducta y quehaceres del cliente, pues caras vemos, procedencia de los recursos no sabemos.
IG: jp.arquitextos
Correo: jp.arquitextos@hotmail.com