En esta y las siguientes entregas veremos el ensayo del referente de la literatura japonesa en el siglo XX, Yukio Mishima en su obra “El sol y el acero”[2] en donde reflexiona sobre la función de las palabras.
“Las palabras son un medio de reducir la realidad a una abstracción a fin de transmitirla a nuestra razón, y detrás de su poder cáustico acecha inevitablemente el peligro de que las propias palabras sean corroídas.”
Reconoce el límite de las palabras que pese a servir de medio para poder abstraer la realidad y conectarla con nuestra razón, pueden desgastarse.
“Para resucitar un idioma muerto se requería la disciplina del acero; para transformar el silencio de la muerte en elocuencia de la vida, la ayuda del acero era esencial.”
En la metáfora del sol y el acero, es a través del acero como disciplina la que permitirá resucitar el idioma muerto, así el silencio que se identifica con la muerte se hace elocuente en la vida gracias a la ayuda esencial del acero.
“Así, nuestro sentido de la existencia busca un objeto y sólo puede vivir en un falso mundo de relatividad.”
En la tendencia del análisis del lenguaje, su forma de “enmascarar el pensamiento”, como señaló Nietzsche generador del nihilismo activo, se marca la posmodernidad como esa expresión que deja de creer en los metarrelatos. En este contexto Mishima sostiene ese “sentido de la existencia” que es la búsqueda del objeto con la limitante de la relatividad.
“Cierto, el arte podía darle una “expresión” en alguna que otra forma, pero toda “expresión” exige un medio; en mi caso, al parecer, la función abstracta de las palabras que debía servir de medio tenía el efecto de convertirse en una barrera para todo lo demás. Y parecía improbable que el acto de expresar satisficiera a alguien cuya primera motivación había sido dudar de ese mismo acto.”
En otras entregas de esta colaboración, analizamos el texto de Oscar Wilde en el cual defiende la función de la mentira en la manifestación del arte, en donde la realidad era la que lo imitaba con la convicción de que la vida no se manifiesta con la verdad, sino a través de la mentira que propicia el arte, en el caso de Mishima, el arte como expresión la transmite con las palabras, de la cual como instrumento se duele de la barrera en lo que se convierte, ahí la insatisfacción en el acto de expresar.
“No es sorprendente, pues, que un anatema contra las palabras atraiga la atención hacia la naturaleza esencialmente dudosa del acto de expresar. ¿Por qué concebimos el deseo de dar expresión a las cosas que no pueden ser dichas?… y a veces lo conseguimos.”
Esta expresión la manifestó el filósofo Wittgenstein: “lo que no se puede decir, debe callarse”, el acto de pensar y la manera en que a través de las palabras se hace su expresión. Se pregunta en una manifiesta frustración, esa terquedad en el deseo de dar expresión sobre las cosas que no pueden ser dichas, aunque reconoce que en algunas ocasiones se logra.
“En realidad, las palabras, armadas de su función abstracta, interponían su apariencia como una obra de logos pensada para aportar orden al caos del mundo de los objetos concretos”
Retoma la esencia de las palabras, en donde se antepone su apariencia hacia el conocimiento que se manifiesta con el logos y con ello se logra darle orden al caos en ese mundo de los objetos concreto, así la función de las palabras permite darle cauce a la dispersión arbitraria de la realidad. Seguiremos en la revisión de este planteamiento que nos sigue explicando Mishima.
X @TPDI
Profesora Investigadora UAM Cuajimalpa. @uamcuajimalpa, @Yo_SoyUAM
[1] Profesora Investigadora Titular C de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Cuajimalpa. Catedrática de Licenciatura y Posgrado en la Facultad de Derecho UNAM.
[2] Para profundizar consultar: Mishima, Yukio. El sol y el acero, Trad, Luis Murillo, Alianza Editorial, España, 2010.