¿Qué hace confortable a una ciudad?, ¿qué la vuelve habitable?, ¿qué tanto determina la conducta de sus ciudadanos? Si bien respuestas a estas preguntas podrían ser planteadas desde distintas doctrinas y profesiones, entre todas estas podría rescatarse, quizás, una posible conclusión: el bienestar humano en su entorno, donde la infraestructura y el diseño responden a las dinámicas sociales en pro de su óptimo desempeño.

Mucho se dice de la ciudad como un ente vivo, como algo que nace, crece y finalmente muere, pero bajo esa línea, ¿podríamos decir que se le trata como tal? Se dice también que las acciones del pasado son las consecuencias del presente, y, ante eso, hay quienes se disculpan con los jóvenes por dejarnos (sí, aún me incluyo) esta calidad ambiental, como si ya no hubiera vuelta atrás ni nada por hacer. Desesperanza total. Lo cierto es que los esfuerzos por mejorar la calidad de nuestras ciudades pueden venir desde diversas trincheras, siendo la exigencia y la acción los mejores aliados en este andar contracorriente, según quienes ya lo han recorrido.

En recientes días, quien se desempeñó como edil del municipio de San Pedro Garza García, en Nuevo León, Miguel Treviño, presentó su libro “Contracorriente” en nuestra ciudad, una publicación que busca difundir los retos, razones y experiencias de haber impulsado un modelo de ciudad distinta, uno donde las políticas juegan a favor del mejoramiento y actualización de la vía pública. El municipio al que estuvo al frente el también economista durante 6 años (2018-2024) ostenta ser el que mayor producto interno bruto (PIB) per cápita tiene en Latinoamérica, esto, según el autor, no es lo que más facilita a un cambio de estrategias urbanas, pues, asegura, lo que más cuenta es tener visión.

Desde la renovación de emblemáticos parques de la ciudad hasta el entubado subterráneo de cables que obstaculizaban las privilegiadas vistas hacia los cerros de aquella norteña ciudad, quien se lanzó como candidato independiente y logró ser el primer alcalde reelecto del municipio convenció a los sampetrinos de concebir un mejor espacio común, uno donde se incentivara la vivencia de espacios públicos, se privilegiara al peatón, y se dejaran atrás algunos vicios urbanos que no necesariamente responden a las demandas de la actualidad.

Una constante reconfiguración urbana permite, sin lugar a duda, ir al ritmo de sus habitantes, respondiendo eficientemente a las dinámicas que se presentan en determinado momento. Ciudades de otros estados del país han apostado, en menor o mayor medida, en una movilidad actualizada, en mejorar la calidad de sus calles y de sus espacios públicos, pues esta estrategia, además de beneficiar al ciudadano, luce bien entre los logros y resultados obtenidos por los gobiernos y sus dirigentes.

Quien no habla Dios no lo escucha, y en la necesaria tarea de exigir a nuestros funcionarios una mejor ciudad cobra mayor sentido la participación ciudadana, una demanda colectiva donde se manifiesten las carencias, errores y necesidades de nuestro sitio común, aquel espacio de todas y todos que, precisamente por albergar todo, debería responder, de igual manera, a todo.

El título del libro es quizás una provocación por replantearnos las condiciones del presente y por cuestionarnos la inercia con la que han venido creciendo y desarrollando nuestras ciudades, sin embargo, pareciera ser que cada vez somos más (vuelvo a incluirme) quienes sueñan con una ciudad distinta y quienes no siempre ven una reciprocidad entre la urbe que es y las necesidades que debiera satisfacer. El camino hacia el cambio es ahora más ligero, existe una fuerza cada vez mayor que busca alterar la manera en que se hace la ciudad, de imaginar, proponer e impulsar una nueva inercia que evite ir, así como el libro, contracorriente.

 

IG: jp.arquitextos

Correo: jp.arquitextos@hotmail.com

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