Tehuacán. Debido a la devastación y contaminación de ríos y lagunas, en la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán (RBTC), se encuentran en peligro de extinción varias especies de ranas, sapos, salamandras y cecilias.
Según información proporcionada por la dependencia federal, el efecto de la actividad humana ha sido negativo para tales anfibios, de los que no se ha valorado el importante papel que desempeñan como depredadores de insectos y de ciertos vertebrados, además, constituyen una fuente de alimentación indispensable para reptiles, aves y mamíferos.
Según los estudios realizados por la investigadora del Laboratorio de Herpetología de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP), Guadalupe Gutiérrez Mayen, en dicha Área Natural Protegida (ANP) se tiene reportada la presencia de 35 especies entre ranas, sapos y una rara cecilia (parecida a las lombrices de tierra).
Asimismo, se precisa que la Norma Oficial Mexicana (NOM)-050-Semarnat-2001 tiene consideradas como amenazadas o en peligro de extinción a nivel nacional a unas 90 especies, de las cuales poco se sabe respecto al estado que guardan en vida libre.
En México, existen 398 especies diferentes de los llamados anfibios y 53 por ciento de éstos son endémicos, es decir, buena parte de su vida la pasan en el agua como renacuajos y de adultos prefieren vivir en la tierra, aunque por lo regular no se alejan demasiado.
Tales seres conforman ese enigmático orden del reino animal, se caracterizan por vivir alternativamente en el agua y la tierra, al menos una vez en sus vidas. Son de las más interesantes y variadas especies del ambiente en cuanto a formas, sonidos y comportamiento.
Su principal rasgo distintivo es la ausencia de cola en la edad adulta, lo cual obedece a su estado de vida saltarín. Las ranas que viven principalmente en el agua tienen cuerpos delgados, cabezas alargadas y patas traseras extremadamente largas.
En tierra son muy tímidas y cuando son molestadas brincan de inmediato al agua y se alejan, los sapos, en cambio, están mejor adaptados a la tierra seca, presentan pieles gruesas y verrugosas con patas cortas en comparación con las ranas.
Pese a que la morfología de las ranas y sapos es muy parecida como consecuencia de estar diseñadas para el salto, existen gran variedad de formas que responden a necesidades específicas de su ambiente, como es el evitar a sus principales depredadores, valiéndose del camuflaje, algunas otras que viven en regiones estacionales secas como en la RBTC combinan su inusual anatomía con una conducta tendiente a evitar la perdida corporal de agua.
La coloración es muy diversa y con frecuencia resulta realmente vistosa, sobre todo, en algunas especies del género Dendrobatidae: el más espectacular y mortífero del mundo de las ranas.
El fresco aire vespertino y la cercanía de relámpagos y truenos son claros indicios de la celebración nocturna de estos seres, conforme la oscuridad se aproxima y caen las primeras gotas, el olfato lo confirma: el desierto huele a lluvia, pero el licor del cielo no es suficiente para disfrutar la fiesta, hace falta música y la orquesta deja su estado latente y emerge de la tierra conforme se incrementa la fuerza de la precipitación pluvial.
Al cabo de unos minutos, la estridente sinfonía se hace presente en forma de cientos de trompetas vivientes que provienen de los múltiples charcos a donde se desarrolla una incesante actividad tendiente a la perpetuación de estos animalitos que tendrán que esperar hasta el próximo ciclo de lluvias para salir o para reproducirse. Ranas y sapos, tradicionalmente asociados con su fealdad, son los protagonistas de dicha explosión de sonidos.
Por lo anterior, se resaltó que sólo tomando conciencia de la importancia de esa especie que es clave de variaciones climatológicas, se podrán aminorar las consecuencias nocivas de su posible extinción.
“Sería catastrófico contemplar un día de lluvia de verano en silencio, porque los músicos ya no tocarán más en la sinfonía de la perpetuación de la vida en la tierra”, concluyó la fuente.