Tehuacán. San Cristóbal Tepeteopan, término que para algunos significa: “Templo sobre el cerro”, forma parte del área de influencia de los agrupamientos popolocas y, según lugareños, fue un punto estratégico de estancia y observación, a través del cual se ejercía cierto dominio, ya sea militar, laboral o religioso.
 
En ese pueblo subalterno del municipio de Tehuacán, colindante con Tepanco de López, se encuentra el denominado Sitio Arqueológico de Tepeteopan, en el que todavía hoy se pueden apreciar restos de cuatro basamentos piramidales, lo mismo que terrazas que absorben las diferencias de nivel del lugar para lograr explanadas mayores. 
El sistema constructivo consta de piedra caliza unida con barro, siguiendo el ángulo de reposo de los materiales para asegurar su permanencia, aprovechando magníficamente los materiales de la región, lo que confirma el grado de conocimientos técnicos alcanzado por los antepasados.
 
Dicha forma de construcción se asemeja a la existente en la zona arqueológica, localizada en las cercanías de Coxcatlán, cuya antigüedad no está muy clara pero hay investigadores que opinan que debe tener alrededor de 2 mil años.
 
La importancia del sitio radica en que muestra con toda precisión que era un punto de observación de los alrededores, desde donde puede distinguirse una amplia extensión del Valle de Tehuacán, resaltando San Luis Temalacayuca y San Marcos Tlacoyalco, ambas poblaciones indígenas de habla popoloca.
 
En el Valle de Tehuacán confluyen históricamente varios grupos sociales, diferenciados básicamente por su lengua: nahuas, popolocas, mazatecos y mixtecos como los principales, seguidos por los totonacas, otomíes, zapotecos, entre otros, con igual importancia, aunque con menor presencia, todos ellos provenientes de regiones asentadas dentro o fuera del mismo valle o de las estribaciones de la llamada Sierra Negra.
 
“Nopal toro” platillo típico
El “nopal toro” se ha convertido en un platillo típico de la cocina popular regional y es característico de Tepeteopan. Aunque su origen se desconoce, sus antecedentes se remontan a la época prehispánica y se le llama así en alusión a que “cuando los toros están bravos les escurre la baba, entonces, se dice que el nopal está bravo como el toro”.
Los ingredientes son: nopales silvestres -que algunos llaman “quinhuiti”, “cuicuite” o “de corazón” y que alcanzan su madurez entre los meses de noviembre y diciembre-, chile costeño (para la salsa seca), canela, comino, clavo, ajo, epazote seco (para espolvorear), cebolla picada y piedras “azules” o especiales que son las que aguantan el calor del fuego y no se truenan.
 
La preparación inicia con la colecta de los nopales y de las piedras, mismas que una vez seleccionadas y lavadas, se ponen a calentar en brasas a altas temperaturas por espacio de una o dos horas, mientras se hacen tortillas a mano para aprovechar la lumbre.
 
Se come bien caliente en cazuelas o “cajetes” y se puede acompañar con pulque. La importancia de este platillo radica en que toda la familia interviene en su elaboración: los hombres se encargan de conseguir las piedras y los nopales en los cerros cercanos, en tanto, las mujeres hacen lo propio en la cocina: “echan” las tortillas, hacen la salsa y sirven a los comensales, quienes departen en el mismo plato o “cajete”, lo que induce la convivencia y algarabía propia de un momento especial de las familias locales. 

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