En política, la polarización se siente cuando sectores de la sociedad o de la opinión pública, se ubican en extremos opuestos cuando se habla o debate un tema determinado.
Sin duda alguna, en México, el personaje que motiva a que se polarice la sociedad, es paradójicamente, el Presidente de la República. Y digo paradójicamente, porque un Jefe de Estado lo que debe buscar es la unidad de la sociedad para que, en la medida de lo posible, pueda gobernar con el menor número de problemas.
En México no es así. Todos los días que se celebran las famosas mañaneras, López Obrador lanza un mensaje distractor, una descalificación a personas, una amenaza velada a periodistas, empresarios o medios de comunicación y si no, un reto a cualquiera que no esté de acuerdo con la forma en que está gobernando.
Así lanzó el reto para que el movimiento FRENAA convocara a sus seguidores a manifestarse en un número mayor a 100 mil personas para que él se fuera a su rancho, sumando por supuesto, que las encuestas no le sean favorables.
Creo que el tema a discutir no es si se logró cumplir la meta exigida, porque siempre habrá diferentes lentes y diferentes metodologías para determinar el número de asistentes, lo que regularmente no deja satisfechos a quienes simpatizan con la causa manifestada.
Lo importante del caso es que esa parte de la sociedad, que no está de acuerdo en la forma de gobernar del Presidente, se manifestó pacíficamente respondiendo al reto, quitándole el monopolio de la manifestación a quién durante meses organizó un plantón en Paseo de la Reforma y que encabezó en el pasado reciente, una gran cantidad de marchas de protesta por diferentes motivos.
Lo importante es que una parte de la sociedad se manifestó ante la cerrazón del gobierno a reconocer que hay cosas que no van bien y decisiones que han sido mal tomadas.
En nuestro país se rechaza el debate y la confrontación respetuosa de ideas para alcanzar el acuerdo o el apoyo ciudadano, y se prefiere mantener altos ratings de conocimiento y aprobación, a costa de la polarización de la sociedad. Incluso se está dispuesto a fomentar la exclusión de amplios segmentos sociales del debate público al colocarlos en el espectro de los enemigos estereotipados.
En suma, se genera una cancelación del debate, la eliminación de la crítica y la cancelación de la disidencia y, por lo tanto, la eliminación de las reglas de la democracia.
Incluso el Papa en su encíclica –dada a conocer hace unos días– hace un llamado a: “Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto, todo eso se resume en el verbo ‘dialogar’. El diálogo persistente y corajudo no es noticia como los desencuentros y los conflictos, pero ayuda discretamente al mundo a vivir mejor, mucho más de lo que podamos darnos cuenta”.
Ojalá alguien le recomiende su lectura, porque en México no hay diálogo y sigue la polarización.
*Es Politólogo y Maestro en Negociación por la Universidad Carlos III de Madrid, España