*Por: Mtra. Tamara Caballero Guichard
El currículum está así en el núcleo de las relaciones entre continuidad y cambio de una sociedad; tensado entre lo que un orden social es y lo que quiere ser. Es por esto que ninguna de las dimensiones de la educación es más directamente política (Cox, 2006, p.2).
A finales de enero se empezó a difundir el documento de trabajo del Marco curricular y Plan de estudios 2022 de la Educación Básica Mexicana, en el contexto de la propuesta del modelo educativo del actual presidente que se ha denominado La Nueva Escuela Mexicana. Por lo que es uno de los temas principales que académicos del ámbito educativo, profesores y directivos han puesto al centro de la conversación y el debate de los últimos días. Y es que como suele suceder cada sexenio, en las reformas curriculares se pone en juego aquello que considera deseable enseñar y aprender cada administración y esta no podía la excepción. Relevándose temas de la representatividad y legitimidad en el currículum escolar, como una selección en la que se comunica a la nueva generación, el qué, por qué y para qué de la educación. Lo que hace del currículum nacional “la más política de las dimensiones de la educación” (Cox, 2018, p. 121)
Por ello, es que esta propuesta muy alineada al cariz del discurso del gobierno actual (fuera de las contradicciones e inconsistencias en las que no vale pena ahondar aquí), pretende fortalecer, entre otras cosas, la identidad nacional mexicana y atender a los grupos históricamente marginados. Dedicándole a ello un peso especial en esta propuesta que se articula principalmente alrededor de la noción de comunidad, la cual es de las palabras que más se repite en el documento de trabajo. Desde esta noción de comunidad y otras como interculturalidad y pensamiento crítico, es posible leer entre líneas una mirada interseccional del currículum, de la que se podría decir incluso se encuentra inspirada en epistemologías y pedagogías del sur.
Una noción de colectividad que no solo forma parte del marco general de la propuesta, sino que es alrededor de la cual los componentes curriculares cobran sentido y se organizan. Como parte de un discurso que políticamente se muestra como disruptivo frente a las propuestas curriculares anteriores que califica desde su fundamentación como individualistas, mercantilistas y por supuesto, neoliberales.
Desde esta mirada, en su propuesta curricular se reconoce al docente como mediador y agente del currículum y deposita en él una mayor autonomía en sus prácticas, las cuales se busca se desarrollen dialógicamente en el intercambio situado con sus estudiantes dentro de la comunidad. Así mismo se contrapone a miradas fragmentarias del conocimiento que ampliamente crítica y por ello propone más bien estructuras interdisciplinares y fases progresivas de aprendizaje desde los que plantea reorganizar aquello que se espera enseñar a las y los mexicanos.
Los organizadores curriculares interdisciplinarios son denominados campos formativos atravesados por los ejes articuladores de inclusión, pensamiento crítico, interculturalidad crítica, igualdad de género, fomento de la lectura y escritura, educación estética y vida saludable. Dichos campos formativos son los siguientes y se plantea se desarrollen progresivamente a lo largo de la educación básica: 1) lenguajes; 2) saberes y pensamiento científico, 3) ética, naturaleza y sociedad, 4) de lo humano y lo comunitario. Estos campos formativos a diferencia de la propuesta anterior, no se plantean organizar alrededor de aprendizajes clave sino de problemas y proyectos acordados entre docentes y estudiantes que sitúan en la realidad de cada comunidad.
Las fases por su parte agrupan en las trayectorias de aprendizaje en educación inicial, educación preescolar, primero y segundo grado de primaria, tercero y cuarto grado de primaria, quinto y sexto grado de primaria y primero, segundo y tercer grado de secundaria. Buscando con ello plantear trayectorias de aprendizaje que permitan a los profesores dar mayor seguimiento a los aprendizajes esperados y hacer adecuaciones para responder a las necesidades identificadas con márgenes de tiempo ampliados.
Mencionado lo anterior, puedo decir que me resulta una propuesta curricular que en su lectura se vuelve inspiradora y hasta políticamente correcta, ya que sin duda responde a problemáticas identitarias de la educación mexicana y su planteamiento redimensiona el papel de los profesores, estudiantes y sus contextos desde una perspectiva comunitaria, interseccional, dialógica e interdisciplinar. Sin embargo, vale la pena decir, que este nuevo documento curricular en construcción, que ya representa una primera concreción importante de las orientaciones generales de la NEM, no deja de parecer una declaración de principios que sigue dejando vacíos operativos importantes para su desarrollo en el contexto de la escuela actual. Además de que, en su intento por distanciarse de propuestas curriculares anteriores, corre el riesgo de descalificar y no dar continuidad a principios y aportaciones pedagógicas que se han planteado con anterioridad y que han resultado valiosos y sobre los que ya hay camino andado. Ejemplo de ello los aportes del anterior currículo sobre la educación socioemocional. También pareciera que corre el riesgo de perder de vista la gran diversidad de modalidades y variantes que componen el Sistema Educativo Mexicano, a tratar de enfocarse solo en una parte de ello. Pues si bien son los que requieren más atención, al ser propuesta nacional no se podría obviar el resto.
Con este breve esbozo, cierro invitando a los lectores a hacer una lectura compleja de la propuesta curricular, como un diálogo situado. El cual requiere una mirada multidimensional de los de los sujetos y los contextos educativos, así como una comprensión del carácter político e histórico del texto curricular y de su dimensión técnica. Como una propuesta tensionada entre lo que nuestro país es y lo que se quisiera sea.
La autora es académica de la Universidad Iberoamericana Puebla.
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