Ya pasó más de un mes desde la reunión en Moscú del presidente chino, Xi Jinping y el dignatario ruso, Vladimir Putin, y a la fecha, Jinping no se ha molestado en llamar al mandatario ucranio, Volodímir Zelenski, para hablar de su propuesta de plan de paz que en su momento dialogó someramente con el artífice de la invasión que sufre la nación ucrania desde hace más de un año.
Va enfriándose el interés sobre la situación que padece la población ucrania y la guerra ha dejado de provocar temor entre la población europea que, en un primer momento, llegó a sentir pavor por un ataque nuclear. La guerra de Ucrania está en Ucrania pero sus efectos devastadores cunden por todo el mundo.
China puede desatascar décadas de malas relaciones entre Arabia Saudita e Irán pero a pesar de sus buenas intenciones no parece prosperar con interés su propuesta de paz para Ucrania y Rusia porque en primer lugar a Putin no le interesa, y en segundo, ni siquiera ha tomado en cuenta Zelenski.
Es curioso pero dentro de la OTAN, solo ha sido Turquía con el presidente Recep Tayipp Erdogan el único en seguir insistiendo en pláticas de paz entre rusos y ucranios. El presidente francés, Emmanuel Macron, ni menciona el tema tras ser ninguneado por Putin. Sin un interlocutor válido para Putin, realmente Occidente queda en manos de terceras personas para ver si alguien, en determinado momento, suaviza la posición del líder del Kremlin y lo lleva a una mesa de negociación.
Con el perfil de Putin, de hombre duro de la KGB, dominante y controlador, realmente rompería todos los esquemas que un año después ordenase un alto al fuego para negociar. ¿Qué va a negociar? ¿Hará una contrarreforma para sacar de la Constitución rusa a los territorios ucranios invadidos y anexados ilegalmente? Lo que hay es una parte territorial en disputa y Ucrania defiende a su país, quiere la salida de las tropas rusas y Putin, se niega a hacerlo porque ve el territorio invadido ya como parte de Rusia. ¿Cómo se resuelve está disputa?
Al brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, se le ocurre otro plan de paz como si fuese una tercera vía y que posiciona a Brasil en pleno disparate de los planes de paz. El del mandatario carioca es tan ambiguo y tan cobarde como el de Jinping: no condena la invasión bélica, no condena que un país violente la frontera de otro y entre con su ejército a matar a cientos de civiles solo porque quiere apropiarse de sus costas, de su infraestructura y de sus recursos.
Tan poco es que Lula tenga mucha autoridad moral para convertirse en negociador de una paz a la que, por increíble que parezca, tampoco toma en cuenta ni el dolor, ni los intereses, del país invadido.
El presidente brasileño quiere blanquearse a nivel internacional: con el pretexto de sumar apoyos a su causa ha iniciado una cruzada que le ha llevado por diversos países. Así también aprovecha para de paso, hablar de negocios y no muy bien que digamos de Ucrania o de Estados Unidos.
Lula culpa a la política exterior injerencista de Washington de haber desatado la invasión, ante el temor del Kremlin, de que Ucrania fuese incorporada a las filas de la OTAN. Aunque, la Alianza nunca ha tenido el más mínimo interés en hacerlo, ni siquiera en la actualidad, a pesar de que Jens Stoltenberg, declare a diestra y a siniestra que “el lugar de Ucrania está dentro de la OTAN”.
El añejo político brasileño también fustiga a Ucrania, sobre todo a Zelenski a quien culpa de irritar a Putin en los territorios de la región del Donbás y del Lugansk con su política de erradicación del ruso y de una ideología de reconversión en los territorios fronterizos.
A COLACIÓN
Lula quiere un mayor acercamiento con China y con Rusia, sus dos socios en los BRICS. Brasil que no es precisamente cualquier economía por su importancia en América Latina y en el mundo busca estrechar sus relaciones con estos dos países en momentos en que Estados Unidos quiere dinamitar la multipolaridad.
Hasta ha cuestionado recientemente el reinado del dólar siguiendo la misma estrategia de Putin que alienta, una y otra vez, a que China lídere una nueva opción monetaria distinta a la del billete verde.
¿Cómo se puede negociar una paz sin alinearse y convertirse en un esbirro del invasor cuando haces precisamente eso? Siguiendo las recomendaciones de Putin, recientemente Lula decidió que su país entrase en el sistema interbancario CIPS Cross-Border Interbank Payment System.
El CIPS es un sistema de pago que ofrece servicios de compensación y liquidación para sus participantes en pagos y transferencias transfronterizas en moneda china ya sea en Renminbi o yuanes. Básicamente es la estructura del mercado financiero chino y una alternativa al SWIFT del que fue expulsado parte del sistema bancario ruso como represalia ante la invasión.
De esta forma, Lula da un paso brusco para continuar su separación de Washington y su alineamiento con Rusia y China; mientras que en su viaje a España, ha buscado el cobijo del país ibérico para que, de una vez por todas, salga adelante el acuerdo Mercosur y la UE que año con año sigue enquistado. El Brasil de Lula ya no está dispuesto a seguir aguardando más tiempo para que los europeos reaccionen; por lo pronto, su relación con China es cada día más creciente y vital. Lula propone una paz poco creíble y que responde a sus propios intereses geopolíticos y geoeconómicos.