La producción mundial de plástico supera anualmente los 400 millones de toneladas (SEMARNAT, 2017), de acuerdo con datos de la UNEP (2016) se estima que para 2050 la producción alcance los dos mil millones de toneladas, sin embargo, esta estimación no toma en cuenta las fibras sintéticas utilizadas ampliamente en la industria textil y pesquera (Dris et al., 2016).
En el presente siglo, derivado de la creciente explosión demográfica y de la elevada industrialización, los plásticos, aunque son parte fundamental de la vida moderna, representan al mismo tiempo una de las mayores preocupaciones a nivel mundial, producto de su abundancia y su elevada durabilidad en el medio ambiente (Sarria-Villa & Gallo-Corredor, 2016). La contaminación generada en diversos ecosistemas por su mala disposición final nos enfrenta a una problemática muy seria, sus efectos negativos representan un peligro latente de contaminación para el medio ambiente y para los organismos, considerándose su gestión un desafío a nivel mundial (PNUMA, 2016).
Los plásticos al entrar al medio ambiente se pueden descomponer en fragmentos de menor tamaño producto de la degradación física y fotoquímica (Koelmans et al., 2015), a estos fragmentos se les conoce como microplásticos, los cuales son partículas con un tamaño no superior a los 5 mm (Bessa et al., 2018).
En el entorno acuático los microplásticos afectan a todos los niveles tróficos (Lusher, 2015), debido a su tamaño estos pueden ser ingeridos por una amplia gama de organismos de tamaño pequeño como el zooplancton y gusanos (Sussarellu et al., 2016) hasta por organismos de niveles tróficos superiores como peces y mamíferos (Rochman et al., 2015). Los peces son considerados como herramientas para monitorear, caracterizar y definir la calidad del agua en ríos y lagos (Aguilar, 2005), ya que reaccionan sensiblemente a cambios ambientales por lo que son considerados como bioindicadores (Tello, 2017). El contenido de plástico en el estómago de los animales es utilizado como indicador para determinar cambios en los niveles de basura en programas de seguimiento ambiental (García et al., 2018). Los microplásticos pueden acarrear y transferir al organismo de los peces contaminantes que pueden bioacumularse y biomagnificarse a través de la cadena trófica llegando a alcanzar niveles tóxicos (Herrera et al., 2017). Los peces son los organismos acuáticos de mayor importancia en la alimentación humana por lo que al estar contaminados representan un peligro en la salud de quien los consume (Tello, 2017).
La tilapia (Oreochromis niloticus, Linnaeus, 1758) es una especie invasora (CONABIO, 2014) en México. La producción por prácticas de pesca y acuicultura es de aproximadamente 179,919 t con un valor comercial de USD 178 millones (CONAPESCA, 2017), y el consumo per cápita de Tilapia en México es de casi 2 kg/año. Sin embargo, en los últimos tiempos, la tilapia de agua dulce está expuesta de forma recurrente a contaminantes antropogénicos emergentes debido a la rápida industrialización y urbanización de las cuencas hidrográficas de los países en desarrollo. En este marco, llevamos a cabo un estudio en la presa Manuel Ávila Camacho (Martinez-Tavera et al., 2021) mejor conocida como Valsequillo cuerpo receptor de uno de los ríos más contaminados de México (Mora et al., 2021), donde se encontraron peces de dicha especie con altos niveles de metales tóxicos (por arriba de la normatividad internacional) en músculo e hígado, así como microplásticos en contenido digestivo los cuales tenían adherido los mismos metales tóxicos dentro de los cuales se encuentran: Cu, Cr, Zn, Cd, Pb, Hg y As. Asimismo, se calculó un Índice de Peligrosidad (HI) el cual se evalúa mediante la exposición alimentaria humana a metales tóxicos a través de la ingesta diaria estimada de un contaminante utilizado (Akhbarizadeh et al., 2018) con la finalidad de definir el riesgo de efectos no cancerígenos, donde los valores superiores a la unidad indican acciones correctivas (Copat et al., 2013). Se encontró que los valores calculados para Pb y Zn eran mayores que la unidad; tanto en adultos (Zn: 1.44, Pb: 2.17) como en niños (Pb: 3.16, Zn: 4.75) lo que urgen a medidas regulatorias en el consumo de tilapia del embalse. Si bien está prohibida la pesca en la presa Valsequillo es importante dar a conocer a los pobladores el peligro que implica el consumo de este pescado proveniente del embalse.
De ahí la importancia no solo de sanear la cuenca del Alto Atoyac, sino de también establecer políticas públicas que permitan un uso y disposición adecuada de plásticos que permita la no generación de microplásticos.
Bibliografía
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Autor: Dra. Estefanía. Martinez-Tavera