Si las elecciones se ganaran por lo que los medios de comunicación dicen, entonces, Kamala Harris tendría todo a su favor para ser la próxima presidenta de Estados Unidos. Al menos, aquí en Europa, la mayor parte de los medios de comunicación destacaron la buena estrategia de su participación en el debate porque hizo caer a su contrincante, Donald Trump, en todas las trampas para mostrar el contraste entre lo irascible y la ecuanimidad.
Lo que más se ha destacado desde Reino Unido, España, Francia, Italia hasta Alemania, ha sido la obsesión de Trump contra los inmigrantes; que dijera que éstos se comen a los perros y gatos, vamos a las mascotas de los norteamericanos, ha sentado fatal.
Trump se ha convertido en su propia marca fake, en una máquina de decir mentiras y soltar bulos a mil por hora. Muy seguramente amasó su fortuna a base de mentiras y pasó de ser un don nadie, a un magnate, y de allí a la fama y luego a la Presidencia de Estados Unidos.
Todos los que no quieren (queremos) a Trump otra vez en la Casa Blanca queremos ver en la participación de Kamala un triunfo arrollador pero la realidad es que estamos llamados a ser cautos.
El expresidente Trump es un tipo duro, de esos que saben bien cómo darle la vuelta a cualquier situación. No sabe perder, no lo deja ni su ego, ni su ambición, ni su narcisismo.
Y, con él, ya no es solo cuestión de ganar un debate y dejarlo expuesto a la ridiculez. Con Trump, la pregunta que Harris y su equipo deben hacerse, es si creen que él se ira a su casa si pierde las elecciones por un mínimo margen.
¿Quién lo va a frenar? Mucha alharaca se hizo creyendo que Trump no llegaría a obtener la candidatura republicana porque la justicia lo frenaría; sin embargo, la realidad es que ni Stormy Daniels o el asalto al Capitolio, ni los archivos oficiales que el expresidente trasladó a su casa de Mar-a-Lago lograron meterlo en la cárcel. Esto es así.
¿Puede juzgarse a Trump dos veces por el mismo delito? No, no se puede. Y, encima, en julio pasado, el Supremo norteamericano dio inmunidad parcial a Trump en el caso del asalto al Capitolio.
Casi, casi, está perfilado nuevamente el camino para que Trump llame nuevamente a sus seguidores para que se lancen a la calle e impidan, por ejemplo, que Harris en caso de ganar tome posesión de su cargo.
Trump es dinamita pura. Si durante su gobierno lo vimos en fase autoritaria, ahora viene en fase absolutista. Él se siente por encima de las leyes, de las instituciones y del sistema.
A COLACIÓN
Estas son las elecciones más complicadas de las que yo tenga memoria, en una nación que siempre presume de la bandera de la libertad y de la democracia y que, ahora, podría tener un escenario postelectoral parecido al de cualquier república bananera.
Si Harris gana por un escaso margen y Trump impugna y saca a su seguidores a la calle, ¿hará Harris lo que hizo Hillary Clinton de hacerse a un lado para que gobierne Trump para preservar la democracia y evitar un enfrentamiento que llegue a las calles?
La candidata demócrata necesita de una victoria incontestable, de una diferencia que le permita respirar con tranquilidad, este debate no ha sido suficiente; no es para lanzar las campanas al vuelo menos ante la campaña de bulos de Trump.
Menos cuando es Trump quien está mejor posicionado en las redes sociales. Vamos a ver cuánto, en verdad, le ayuda a Harris el apoyo abierto y decidido que la cantante Taylor Swift pueda proveerle entre sus fans que por cierto no son pocos.
En estas complejas elecciones ya no es únicamente relevante el voto de los inmigrantes y de los judíos; lo es más que nunca el voto generacional hay una guerra ideológica y política a nivel mundial entre lo que desean y piensan las generaciones más jóvenes, sobre todo la Generación Z, frente a lo que desean y piensan, por ejemplo, la Generación X.