–¡Dame todo el dinero!

La chica de la caja se paraliza.

Son las 5:30 pm; el sol se niega a bajar la temperatura a pesar de estar cayendo la tarde; el bochorno sube por los cuerpos como culebras que quieren calcinarlo todo.

Frente a la tienda de pinturas, la farmacia y en contra esquina la papelería, la lavandería y el negocio de reparación de equipos de cómputo; es la 15 sur y 3 poniente, en Zerezotla, San Pedro Cholula. La ciudad bulle a través de gente honrada que todos los días se levanta a producir.

Hay tránsito, peatones, pero el asaltante únicamente tiene en mente ir por el dinero que otro trabajó.

Sin poder contener el miedo que la tiene en una pieza, la joven sale corriendo perseguida por el maleante con el torso desnudo y ojos que no tienen fondo.

Huye hacia la farmacia y el hampón desiste al ver que los metros se extienden cada vez más entre ella y él.

La jovencita regresa a su trabajo, en segundos el hombre ya está dentro del almacén; busca en los cajones, abre y cierra todo pero no encuentra lo que busca. A ella la posee el pánico y grita de nuevo.

Un fortachón que pasa en su bicicleta de regreso del cerro Zapotecas mira la escena y arremete contra el ladrón; en segundos lo somete y como hilacho lo saca de la tienda de pinturas.

Del otro lado de la calle, un compañero del héroe anónimo arranca a toda carrera y propina sendas patadas en el costado del maleante, que boca abajo, se mantiene inmóvil, mientras su verdugo presiona la rodilla contra su espalda.

–¡Ahorita es cuando! ¡Vamos a enseñarle a esta rata por qué no debe venir a robar aquí! –arenga a los curiosos que se acercaron a ver lo que ocurría –Ahora vendrá la policía, se lo llevarán y lo van a soltar a dos calles. Mejor vamos a darle su merecido.

Todos miran el cuadro pero nadie se atreve a meterle un golpe al fulano.

El joven se desespera.

–La semana pasada se metieron 6 a robar en una casa de esta calle. Si no hacemos nada con este, no nos quejemos después.

Por la mente pasa la idea de amarrar al sujeto al poste y castigarlo, como en esos videos que aparecen en las redes; apalearlo hasta dejarlo moribundo y que sepa que no puede volver por aquí.

Nadie se mueve. Todos se miran entre sí, nadie lanza el primer golpe.

En el aire se percibe una sensación de serenidad ahogada; algo no concuerda con la furia que se desata en esos videos donde los ladrones son linchados por multitudes desbordadas.

El tipo tiene rotos los zapatos; luce andrajoso.

Finalmente un policía llega en su motocicleta preguntando qué pasó; el defensor de la justicia le pide al oficial que le coloque las esposas por la espalda; lo esposa y se dirige a la caja para preguntar a la señorita lo ocurrido.

Llega una patrulla y cargando suben al sujeto a la parte de atrás; desguanzado se deja cargar y esboza una mueca que parece sonrisa hacia sí mismo; su mirada sugiere que está bajo el efecto de alguna droga.

El vehículo arranca y los ciudadanos de esta Cholula con aires de pueblo pacífico, quedan con la sensación de que aquí no cabe la violencia con mano propia; que es una zona de gente forjada por el trabajo y el bien común. Que la justicia debe ejercerla quien está facultado para ello.

Los curiosos se dispersan y cada quién regresa a su camino.

Zerezotla vuelve a la calma, esperando que no haya una próxima vez.

F/La Máquina de Escribir por Alejandro Elías

columnaalascosasporsunombre@hotmail.com

@ALEELIASG

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