“Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques, todo lo demás es relaciones públicas” –George Orwell-

Quien piense que espiar a periodistas es asunto trivial está muy equivocado, porque representa una de las mayores violaciones al derecho del libre ejercicio de una actividad fundamental en términos sociales.

Qué tan preocupados estarán los grupos de poder que, apenas este lunes, conocimos a través de medios de comunicación a nivel nacional que el diario estadounidense The New York Times publicó un reportaje, en el que reveló, la existencia de un programa para espiar a periodistas, activistas y defensores de Derechos Humanos en México.

Periodistas ¿una amenaza nacional?

El programa -según lo revela The New York Times-, está diseñado para el espiar terroristas y amenazas que vulneren la seguridad nacional.

Acaso ¿Los periodistas representan un peligro de seguridad nacional o su actividad está clasificada como terrorismo intelectual?

La afirmación de que comunicadores a nivel nacional son espiados está avalada por la Red en Defensa de los Derechos Digitales, quien trabajó de la mano de Citizen Lab de la Universidad de Toronto en Canadá, para dar a conocer los detalles del caso.

Parece que la globalización nos alcanzó de la peor manera, porque este programa es comercializado a nivel mundial y la compañía que lo diseñó lo vende -de forma casi exclusiva- a los gobiernos de todo el mundo.

México es el mayor comprador de programas de espionaje

Pero eso no es todo. Una de las cuestiones más interesantes, es que México es el mayor comprador de la compañía que fabricó el programa, ya que representa el 45% de las ventas a nivel mundial. Es decir, que los ciudadanos de este país pagamos con nuestros impuestos para que los gobiernos espíen a los periodistas y activistas.

Periodistas de diversos medios que recibieron mensajes a sus celulares, -a través de información falsa, con el objetivo que procedieran a descargarla y, con ello, instalar el programa que permitiría obtener datos de contactos, correos electrónicos, archivos, activar la cámara y el micrófono del celular-, presentaron una denuncia ante la PGR.

Directo a la boca del lobo

La denuncia que presentaron varios periodistas ante la Procuraduría General de la República (PGR) por este tema del espionaje, me hizo recordar esa frase que dice “cuidado y te metas a la boca del lobo”.

Y es que una de las dependencias federales que fue señalada en el informe es, precisamente, la PGR, el Centro de Investigaciones en Seguridad Nacional (Cisen) y la otra, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) como los usuarios del programa para llevar a cabo actividades de espionaje.

Frente a este escenario, trato de hacer un intento por recrear mentalmente la situación. Imagino a los periodistas en las instalaciones de la PGR, los imagino armados de valor presentado una denuncia frente a un empleado de la propia PGR, a quien le dijeron: “Queremos denunciar que la PGR lleva a cabo actividades de espionaje en contra de periodistas”. ¿Se imaginan…?

Reacción inmediata

A veces sorprende la capacidad de reacción de los gobiernos y es que apenas pasadas unas horas de que fue publicado en el diario estadounidense el caso del espionaje en México; las dependencias involucradas, y las características del programa para espiar de manera eficiente, cuando vino la reacción a través de un comunicado dirigido al New York Times.

El comunicado rechaza las afirmaciones del diario; niega que algunas agencias mexicanas estén realizando espionaje e invita a los posibles afectados a presentar su denuncia.

Vaya reacción: es eficiente; totalmente comprometida con el gremio y es muestra de un auténtico  interés por el esclarecimiento del caso.

El doble discurso

La coherencia entre el decir y el hacer, nos decían los maestros de ética de la preparatoria, constituía el meollo del asunto cuando se hablaba de la conducta de los seres humanos.

Y es que al parecer, es muy fácil para los gobiernos pronunciar discursos modernos, que llaman a la transparencia, a la rendición de cuentas, a una conducta ética de los servidores públicos. Lo difícil es alcanzar la coherencia entre el decir y hacer.

La creación de organismos de transparencia; rendición de cuentas; fiscalías especiales; de defensa de los Derechos Humanos y de protección de periodistas no sirven de nada, si estamos frente a un doble discurso.

La nueva Guerra Sucia

Sería lamentable que el espionaje a periodistas y defensores de Derechos Humanos incómodos para los gobiernos fuera el inicio de una nueva Guerra Sucia, también conocida como guerra de baja intensidad.

Y es que hay que recordar que en las décadas de los Sesenta y Setenta en México los críticos u opositores al gobierno fueron objeto de represión a través de diversos mecanismos. El objetivo fue disolver las manifestaciones de oposición política contra el Estado mexicano.

Ojalá que el Estado mexicano no vea en los periodistas, activistas, críticos y defensores de los Derechos Humanos a individuos que representan un peligro para la estabilidad del país.

El colocarlos en la mira a través de acciones de intromisión para espiar sus actividades no habla bien de un gobierno que se dijo amigo de los periodistas.

A pie de página

Periodistas, críticos y  defensores de Derechos Humanos no constituyen un peligro para México, pero sí lo son, para los corruptos, los que asesinan y salen impunes,  los que ocultan, los que malversan los recursos y para quienes manejan un doble discurso.

 

 

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