El sueño migrante, entre la esperanza y el fracaso“Dejé Honduras porque en mi país el gobierno es un enemigo del pueblo, allá es un delito pertenecer a una organización campesina o al partido de oposición”; así comenzó su relato Ángel, migrante de 32 años de edad que dejó su país como miles de centroamericanos que buscan mejorar sus condiciones de vida en naciones donde difícilmente encuentran una mano amiga.

La entrevista se desarrolló en el albergue para migrantes La Sagrada Familia, ubicado en la colonia Ferrocarrilera del municipio de Apizaco.

Hacía pocos días que Ángel había llegado a esa sede que, para algunos, representa un oasis en medio de la auténtica odisea que tienen que vivir para poder llegar a su destino, aunque en algunos casos, la travesía no resulta favorable.

No es la primera vez que Ángel dejaba su natal Honduras para emigrar a México para buscar las oportunidades laborales que en su país jamás encontró como trabajador del campo. Sin embargo, en la segunda ocasión que emigró no viajó solo, pues la última vez que decidió probar suerte en otro país, lo hizo acompañado de su pareja sentimental.

Fue en agosto de 2016 cuando decide emigrar con la intención de llegar a la Ciudad de México, empero, la vida le tenía preparada una sorpresa. Durante el viaje de camino a la capital del país cruzó por los estados del sur mexicano, aunque en la ruta se enteró que su pareja se encontraba embarazada.

El sueño migrante, entre la esperanza y el fracaso“Como ya mi compañera venía embarazada nos regresamos para Honduras, y fue allá cuando yo me quedé sin trabajo y decidimos regresarnos a México en agosto pero cuando entramos a Tabasco ella tuvo amenaza de aborto y tuvo que estar cinco días internada. Estuvimos como mes y medio en Tabasco y de ahí decidimos avanzar a Acayucan, Veracruz y ahí nació él bebé el 30 de diciembre”.

El bebé de Ángel tiene ahora seis meses y es de nacionalidad mexicana. Mientras se desarrollaba la entrevista, su madre lo cargaba en brazos tratando de entretener su pequeña y complicada vida.

De momento, su intención es llegar a la Ciudad de México, prefiere evitar la frontera norte del país, aunque le sería relativamente fácil por la visa por razones humanitarias que actualmente posee.

“Yo me siento un tanto culpable porque yo iba a viajar solo, pero mi compañera quiso venir conmigo, por una parte salió bien todo pero estoy exponiendo mucho al bebé”.

Para fortuna de la familia de Ángel, no han tenido que viajar en ferrocarril, pues acepta que el abordar la denominada “bestia” no sólo pondría en riesgo su vida, sino la de su mujer y su pequeño hijo.

Así como esta, son muchas las historias que en el albergue La Sagrada Familia se escuchan diariamente, algunas son realmente desgarradoras, confiesan que algunas mujeres al salir de sus destinos de origen en Sudamérica, tienen que ir preparadas con varias pastillas anticonceptivas por el riesgo de un embarazo producto de una violación.

 

El sueño migrante, entre la esperanza y el fracaso

La Sagrada Familia

 Sergio Luna Cuatlapantzi es el representante del albergue La Sagrada Familia en Apizaco, instancia que a lo largo de poco más de seis años ha atendido a por lo menos 30 mil personas migrantes, en su mayoría de Honduras, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, algunos colombianos y hasta cubanos.

Desde su fundación en octubre del 2010, ha visto desfilar desde migrantes que viajan solos, hasta mujeres y familias enteras buscando el denominado sueño americano, sin contar a la caravana de madres centroamericanas que ha llegado a Tlaxcala en varias ocasiones.

“Tan sólo en 2017 hemos atendido en promedio a mil 100 migrantes, consideramos que es una cifra baja en comparación con el año anterior, sobre todo entre febrero, marzo y abril fue cuando disminuyó de manera importante por la inquietud de no saber qué les podría ocurrir por las acciones del gobierno de Estados Unidos.”

De acuerdo al especialista en temas migratorios, la reducción en la afluencia migratoria al albergue más representativo del estado no significa que los migrantes hayan decidido no viajar, sino que han adoptado otras rutas para llegar a sus diferentes destinos.

A esa situación se suma el incremento de los retenes que ha establecido el Instituto Nacional de Migración (INM), los cuales de acuerdo a organismos internacionales pro migrantes, han sido excesivos en los últimos años.

 

El sueño migrante, entre la esperanza y el fracaso— ¿Que tanto le ha costado al albergue mantenerse de manera independiente?

— “No ha sido un proyecto fácil porque uno de los principales elementos que dificultan la permanencia del albergue son los recursos económicos, hemos pasado por varias etapas. En su inicio, el albergue como no era conocido pasábamos dificultades para poder pagar la alimentación de los migrantes, nos quedábamos sin productos para preparar los alimentos, afortunadamente la sociedad cada vez más conoce el albergue y hace donaciones”.

 

— ¿Han tenido respaldo de las autoridades?

— “La parte económica es uno de los principales retos y la otra tiene que ver con el irse ganando poco a poco el reconocimiento y respeto de la labor que realizamos, principalmente de las autoridades porque recordemos que la migración permanentemente se ve estigmatizada y hasta criminalizada, siempre estamos en este diálogo a veces no tan colaborativo con autoridades de seguridad”.

 

—¿A qué atribuye falta de apoyo?

—“Existe una percepción equivocada de cómo debe atenderse la migración. Es común escuchar que dicen que el fenómeno migratorio es una cuestión de índole federal en la que no deben involucrarse y nos enfrentamos a esta evasiva a pesar de que existen marcos jurídicos como la ley de migración.

Tenemos por ejemplo los barrotes de concreto que colocaron desde el 2012 y que la misma Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) dijo que era una situación de orden federal. Yo creo que el Estado está perdiendo esa oportunidad de mostrarse como autoridades cercanas a las distintas situaciones de las personas en la entidad”.

Con base en cifras del INM, la misma organización en Tlaxcala advierte que cada año cruzan la frontera sur del país entre 300 y 400 mil migrantes de diversas nacionalidades, de los cuales, un aproximado de seis mil pasan por el albergue en Apizaco.

Sin embargo, aclaró que no todos los migrantes que cruzan territorio tlaxcalteca llegan al albergue para buscar ayuda, pues muchos por temor a ser detenidos por las autoridades migratorias prefieren seguir sus rutas, en algunos casos, hasta caminando.

A lo largo de más de seis años, los representantes del albergue han visto de todo. Desde personas heridas por arma de fuego, desmembrados, mujeres ultrajadas y hasta fallecidos a consecuencia de caídas del ferrocarril.

 

El sueño migrante, entre la esperanza y el fracasoTlaxcala en el escenario internacional

Organizaciones pro migrantes como la Advocacy for Human Rights in the Americas (WOLA), reconocen a Tlaxcala como uno de los centros de paso migrante más importantes en la región centro sur del país, no obstante el incremento de la presencia de agentes de seguridad del tren.

Asimismo, ubican a los barrotes instalados a un costado de las vías del tren que cruzan por Apizaco como uno de los motivos por los cuales cada vez menos migrantes utilizan ese medio de transporte para llegar a su destino en el norte del país.

La misma organización internacional advierte que en los últimos dos años el presupuesto que el gobierno federal destinó al Instituto Nacional de Migración (INM) se incrementó hasta en un ciento por ciento, aunque la mayor parte del gasto se ha destinado al impulso de acciones de deportación de migrantes y no para garantizar los derechos de ese sector.

No sólo eso, pese al temor que se ha propagado respecto a las nuevas políticas anti inmigrantes en Estados Unidos, la organización WOLA advierte que en México ya se supera el índice de deportaciones respecto a las que se han registrado en la Unión Americana en los últimos dos años.

La vida del migrante no es sencilla, se les confunde y se les ataca como criminales, pese a que lo único que buscan es mejorar sus condiciones de vida y escapar de las situaciones adversas que prevalecen en sus países de origen, en su mayoría relacionadas con severas crisis de inseguridad.

Muchos llegan a México para buscar un empleo, aunque la mayoría persigue su sueño de llegar a Estados Unidos, en tanto que un reducido porcentaje es el que consigue llegar a su destino, y de esos, son contados los que pueden establecerse por largo tiempo sin ser deportados.

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