El ser humano en distintos sentidos y niveles es un ser político. Es decir, está en relación con su sociedad. En el sistema democrático actual, la individualidad es influida por razonamientos politizados que casi siempre están mal planteados y son decididos por un grupo ajeno a la mayoría. La democracia de un día (la del juego electoral) a la que estamos acostumbrados, nos hace tomar posturas ideológicas erróneas, politizándonos con ello y fragmentando así las verdaderas redes sociales y poniendo en entre dicho la organización civil. Politizarse es dividir, ser político es sociabilizar.

La Real Academia de la Lengua define la palabra “política” como la actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo. Cuando una obra de arte es presentada en público por ejemplo, se vincula con las problemáticas de su entorno, es decir, toda obra de arte al ser expuesta se convierte en una postura política.

El arte en su historia y con el transcurrir del tiempo se ha politizado, a finales de los años sesenta por ejemplo, la matanza universitaria detonó el movimiento de los grupos. En esta época surgieron organizaciones artísticas que dejaban los centros de estudio para desplazar su discurso visual, plástico y político a las calles y de esta manera ampliar su rango de recepción. “Proceso Pentágono”, grupo “SUMA” “Peyote y la compañía” o “No grupo” son un ejemplo de estas agrupaciones que surgieron en consecuencia de una desazón generalizada en lo político y académico.

El arte politizado por tanto siempre existió, hizo y hace uso de las prácticas artísticas como su medio para suceder, como el performance, el happening y con mayor frecuencia actualmente con memes y gift. Las plataformas de enunciación cambiaron pero el enojo por la sustancia de las injusticias es la misma. Antes como ahora aparecieron obras y acciones politizadas que abordaron la represión del estado como bandera, pero las cosas en la realidad material no cambiaron mucho. La impunidad continúa y la corrupción es el pan de cada día.

En el presente, el ciudadano común se ve bombardeado y aminorado por el constante cambio de temas de interés que mantienen las redes sociales y se ve influido por una sociedad que ha dejado de platicar con la boca para hacerlo con el teléfono y la computadora. Produciendo con ello, un individuo disperso y poco interesado en su comunidad inmediata. Incluso la demanda politizada se ha esfumado de su interés por la dispersión temática, el enfrentamiento con el otro ideológico se ha reducido a unos tantos cientos de likes a su favor.

¿Politizarse es una buena idea para transformar a la sociedad? ¿Han servido las obras y las acciones emprendidas desde la polarización y politización de las ideas para exigir y obtener una respuesta concreta y tangible de los problemas? ¿Son las obras que toman estos temas efectivos o efectistas?

El arte es político, aún para aquellas obras que fueron elaboradas sin una implicación tal, por ello, cualquier pieza artística que proponga otra posibilidad para entender el mundo será una postura política, así como otra alternativa para las concepciones de la vida y un camino más en esta hegemonía de creencias y de dogmas, de instituciones y de historias oficiales. Que importa si el arte habla o no de los muertos o de las feminicidios, el arte será siempre una puerta de escape de este mundo a veces repulsivo, a veces increíble. No queda más consigna que hacer vivir el arte y otorgarle vida eterna. Pues el arte cambia al hombre y con él, al mundo.

artodearte@gmail.com

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