Llegó la hora fatídica y se hizo el anuncio esperado: sin sorpresas, Margarita Zavala abandona el PAN, aunque según ella, “siempre seré panista”. Recordó su militancia de 33 años con un símil impecable: “estuve en la siembra y en la cosecha”. Y pocas mujeres habrán cosechado más que ella, en el cargo de “primera dama”. Aunque al momento de proponer su candidatura no pensaba en una nueva cosecha, sino en México “y lo que podemos llegar a ser como país”.

De aquel sexenio maravilloso, marcado entre otras cosas por la fallida guerra contra el narco, nada queda, se queja. Ahora no la dejan participar en la carrera presidencial. Puras evasivas. “Es claro que quien me compite ha cooptado los órganos del partido”, lamenta.

Durante los dos años que lleva pugnando por hacer su lucha, afirma, ha cancelado la vida democrática del instituto, manipulado el padrón de militantes “hasta hacerlo inservible” y con este excelente pretexto se han cancelado las elecciones internas. Ninguna persona (así lo dijo) ha sido admitida como nuevo miembro del blanquiazul.

Sólo tiene “palabras de agradecimiento” para todos, menos para Ricardo Anaya, a quien ni siquiera quiso mencionar por su nombre. Curiosamente, no agradeció al Peje sus dislates y exabruptos, con los cuales echó por la borda una ventaja de 10 puntos sobre Felipe Calderón en 2006.

Y aunque aclara que éstas son las razones de su deserción, también reconoció que lo hace “porque la ley me obliga a hacerlo, incluso antes de conocer la forma en que se decidirá la candidatura de Acción Nacional o del llamado Frente”. De otra forma, aclara, podría quedar fuera de la boleta electoral como era su deseo.

Y aunque tampoco se refirió a una de las principales razones de su salida (la conformación del Frente Amplio con PRD y MC) si señaló que esta misma dirigencia ha permitido que decisiones importantes en el partido las tomen “otros”. Y eso, claramente no le interesa, porque si fuera el caso, podría formar un “Frente angosto” con Moreno Valle y Silvano Aureoles. Pero ésa no es su tirada. Primero, por razones ideológicas que la ponen muy a la derecha del PRD. Y segundo, porque a final de cuentas, la lucha entre Anaya y Zavala era de un solo vencedor: desde que Margarita dijo que “se veía” en la boleta electoral la lucha era a matar o morir. Ambos tenían la mira puesta en el 2018, pero el dirigente nacional supo moverse mejor que la ex primera dama y advertir que unirse al sol azteca puede ser su única opción al triunfo, sin contar con el lastre que representa su natural identificación con Felipe Calderón.  Y la salida de Margarita es sólo un incidente en este camino.

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