Si bien es cierto que el performance como lo nombramos y conocemos hoy en día, se planteó y determinó dentro de los discursos contenidos en el mundo del arte, también es posible encontrarlo en muchas expresiones populares. Algunos historiadores y críticos colocan su inicio en la década de los sesentas de manera paralela y simultánea en distintos espacios del orbe.
La mayoría lo nombra como un sucesor o variante del happening (sucediendo) definido por Allan Kaprow y desarrollado por el grupo Fluxus. Colectivo que se presentó en Europa, Japón y Estados Unidos principalmente, este movimiento fue influido por el conceptualismo del músico John Cage y las ideas del arte procesual que realizaba el pintor Jackson Pollock.
Por otro lado, en Alemania, algunos historiadores lo ligan a los rituales orgiásticos, con sangre, desnudos y animales que organizaba Herman Nitch para realizar pinturas experienciales. En América latina podríamos encontrarlo en el Teatro Pánico encabezado por Alejandro Jodorowsky o con el grupo Estridentista que se situó en Xalapa, Puebla y la Ciudad de México a principios del siglo pasado. Hay quienes deciden colocar su comienzo con el Teatro de la crueldad de Antonin Artaud o con la primera presentación del grupo Dadá en Zurich el cinco de diciembre de 1916.
Sea como fuere, el performance también conocido como arte acción, es una disciplina en donde el cuerpo del artista es la sustancia nodal de la obra, por lo tanto, podríamos hablar de un arte existente e implícito desde siempre en el ser humano y su desarrollo en sociedad. El artista venezolano Carlos Zerpa, en el libro “Envena: lo que vi, lo que escribí, lo que viví, lo que rosó mi piel…” describe ejemplos de personas que realizaron acciones muy semejantes a lo que hoy conocemos como performance, pero sin tener aún una noción clara del mismo. Escribe:
Leonardo (Da Vinci) llevo a cabo en su estadía en la Milán de los Sforza un trabajo de acción que el tituló “Paradiso”, en el cual unos transparentes y cristalinos globos llenos de agua reproducían una música creada también por él y que llamaba “Música de las Esferas”. En ese trabajo performancístico, los personajes estaban disfrazados de planetas y caminaban lentamente por el castillo, uno era Saturno, con sus anillos; otro era Venus, muy luminoso; otro, La Tierra, verde y azul; y otro era Marte en un globo rojo… todos los siete planetas, en grandes esferas que recitaban versos y proclamaban a voces el regreso de la Edad de Oro…
Así como da el ejemplo de Da Vinci, Zerpa hace un recorrido por distintos personajes no solo del mundo del arte sino de la historia de la humanidad, en el mismo libro presenta y narra acciones de Caravaggio, Bruno Munari, algunos independentistas y revolucionarios latinoamericanos, músicos, poetas, intelectuales, etcétera, etcétera, etcétera.
Y es que para Zerpa, el performance es una expresión anterior a cualquiera de las prácticas tradicionales del arte. Ya que la pintura, la escultura, la danza, el teatro o la música, fueron primero performantividad antes de convertirse en técnica. Postula antecedentes remotos y modernos del performance.
En los primeros coloca a los rituales mayas, las ceremonias aztecas, los ceremoniales de los pueblos de África, las culturas aborígenes. Es decir, las expresiones populares.
Estas, son mostradas en la actualidad en los rituales sincréticos que realizan los pueblos en sus festejos y/o veneraciones, en son de burla o diversión y como homenaje o elevación del espíritu. El performance es capaz de producir ideas y propuestas con el cuerpo y el espacio público, haciendo de las prácticas artísticas un espejo en una sociedad que mira mucho pero que se observa poco.