En 1973 el mundo se dio cuenta que la música puede ser un arma para denunciar y lastimar a los verdugos. Después de haber sido detenido y luego torturado y machacado de los dedos, el músico y activista político Víctor Jara fue asesinado por el estado represor chileno, de la dictadura encabezada por Augusto Pinochet. A Víctor le bastó una lírica inconforme y una guitarra para hacer enojar al gobierno, fue reprimido pero nunca silenciado, su trabajo supero fronteras, desafió el tiempo y al final, alcanzó la libertad.

Es entre las décadas de los 60´s y 80´s y gracias a las dictaduras latinoamericanas principalmente, que la música de protesta se extendió a lo largo y ancho de esta parte del continente. Artistas como Mercedes Sosa, Alfredo Zitarrosa, Silvio Rodríguez, Oscar Chávez, Gabino Palomares o el mismo Jara son un ejemplo de ello. En esas décadas, el ritmo musical y popular de cada región era el pretexto para vertir sobre ellos los discursos de protesta. Ya que la música siempre fue un apoyo importante en la lucha social y un medio para extender el mensaje de integración y conciencia común. Al principio de la música de protesta sesentera se utilizaba únicamente una guitarra y la voz del cantante para crear las melodías. Con el paso del tiempo, la transformación de los métodos para crear y presentar música cambio y con ella la música de protesta, que muto en lo formal pero no en lo conceptual o ideológico.

Para dar un ejemplo de ello y con mayor precisión en nuestro país, en 1996 apareció el disco “Mucho Barato” del trio regiomontano Control Machete y en 1997 los álbumes “¿Dónde jugarán las niñas?” de Molotov y “República de ciegos” de Resorte. Estos tres discos fueron los primeros ejemplos en México de música de protesta hecha con composiciones propias del hip-hop, similares a lo que se estaba haciendo en los Estados unidos con grupos como Cypress Hill, Rage Against the machine, Bestie Boys o Red hot chilli pepers. Estas tres agrupaciones mexicanas, escribían canciones que reclamaban y señalaban al gobierno, se enfurecían y lo expresaban con rap. Más adelante, en la primera década del mileno, raperos como bocafloja, Akil Ammar o Menuda coincidencia produjeron grabaciones independientes  con nuevas formas para hacer la música de protesta. Es gracias en buena medida, a las redes sociales y las nuevas tecnologías de grabación, que este movimiento comenzó a extenderse y poco a poco y en cada región del país, brotaron una enorme cantidad de propuestas con este estilo.

Tlaxcala no fue la excepción, en los últimos años en el estado, se han dado proyectos que fusionan música contemporánea con letras de protesta, el grupo Mercado Verde Crew con su canción 15 de septiembre es un buen ejemplo de esto. Otro proyecto más reciente fue el que fusionó la música de protesta con la imagen en movimiento, es decir el video. “Esponjas de vinagre” se llama una de esas propuestas audiovisuales. Esta idea propuesta consta de dos videoclips producidos por Miguel Minor que abordan el tema de la “trata de personas” en la entidad. En la prostitución se obliga a las mujeres a utilizar esponjas de vinagre en la vagina cuando están en su menstruación, pues así se detienen el sangrado y con ello, pueden seguir trabajando.

En los videos de “Esponjas de vinagre” se puede apreciar los trabajos raperos de Zurdo Cimarron y DH7, que realizaron una música de protesta propia a los tiempos y circunstancias en las que se encuentran.

Este trabajo encabezado por Minor hace poco tuvo detractores políticos (una diputada intento censurarlos) pero los tiempos han cambiado y las tecnologías de la comunicación han hecho de las suyas para brindar más posibilidades para estas propuestas que reflejan la realidad social en la que vivimos y las maneras de hacer la nueva música de protesta.

artodearte@gmail.com

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