Apenas había comenzado el 2018 y mi familia se enteraba del fallecimiento de mi abuela, la situación no fue sencilla de digerir y las emociones comenzaban a encontrarse. ¿Cómo tomar esto al inicio del año? ¿Cómo continuar el transcurso de la vida sin una persona tan importante? Yo decidí, en homenaje o como una especie de exorcismo, pensar en todas las enseñanzas que me había dejado mi abuelita a lo largo de mi vida y de esta manera trazarme la tarea de ser congruente con mis palabras, obra y pensamiento desde ese día y para siempre en honor a ella.

Es preciso mencionar que mi abuelita Gloria fue más mi madre que mi abuela. Soy hijo de “mujer luchona” y gran parte de mi educación corrió a cargo de los padres de mi progenitora. Esto acarreo para mí varias maneras de ver el mundo y enfrentarlo, ya que tuve las perspectivas de la vida dadas desde mi madre natural, mi madre abuela e incluso, mis madres tías. Gloria, mi abuelita, que no abuela porque eso es despectivo, se posicionó como el centro de la familia Carrillo Centeno, en un matriarcado al viejo estilo mexicano, semejante al personaje de Sara García en la clásica película del cine de Oro “Los tres García”.

Y aunque a veces muy enojona, creo yo, un humor muy de los de su tiempo, mi abuelita Gloria me enseño a mirar el horizonte y a disfrutar de su grandeza, a insertarme en la naturaleza e imaginar. Me dio el ejemplo de ir al campo, elegir o ser elegido por un árbol, abrazarlo y llenarme de su energía. También fue la primera en llevarme al teatro y de buscar siempre la programación cultural para pasar los días sin tedio.

En ocasiones, me invitaba a disfrutar de una buena historia o escuchar un consejo a través de la radio, su programa favorito era con un conductor que a mí me caía mal pero que al parecer a los de su generación les tocaba mucho, me refiero al programa “Buenos días” con Héctor Martínez Serrano.

Mi abuelita por otro lado, me enseño a comer y a calificar los sabores a partir de su sazón, también me dio el ejemplo de ver el mundo, contemplarlo, sentirlo y admirarlo. Era una mujer sensible que tuvo que reprimir su libertad innata debido a la época en que le tocó vivir y en la que no había mas oportunidad que ser ama de casa.

Mi abue disfrutaba de los viajes a nuevos rumbos o por zonas arboladas y entonces me mostró la vida que le tiene miedo al encierro. Le daba un pavor inmenso la oscuridad y por ello dormía con el radio y alguna luz prendida, luego también la vi brindar en multitud de ocasiones ayuda a quienes menos tenían, el pordiosero de las esquinas o el niño pobre de las calles por ejemplo. Siempre imagine que se veía reflejada en esos rostros, quizás debido a que le tocó una infancia difícil, y entonces intuía yo, no podía pasar por alto tales situaciones.

Finalmente mi abuelita Gloría me enseño un sentimiento jamás experimentado, es decir, la pérdida de un ser amado. Es por esto y mucho más, que desde esta tribuna le extiendo a mi ABUELITA GLORIA un homenaje y el más grande agradecimiento que se le pueda brindar a alguien, porque la amo y porque vive en mí, pero además porque estoy seguro que sin su influencia, el arte no sería lo que es ahora para mí persona, es decir, el sentido y rumbo de mi vida toda, incluso, creo que sin ella, esta columna no existiría.

Q.E.P.D. Gloria Centeno de Carrillo.

artodearte@gmail.com

 

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