Al principio de los tiempos el ser humano vivía de forma nómada, desplazándose a lo largo y ancho del planeta, pero con el paso del tiempo, las distintas agrupaciones humanas encontraron consensos y decidieron detener el movimiento. Entonces, se constituyeron como sociedades organizadas y desarrollaron las culturas, y de esta manera, el hombre dejó de andar. Un poco antes, mientras sucedía el desplazamiento, el cuerpo se configuró en un instrumento ideal para la búsqueda, se adecuó a las circunstancias, transformándose en un animal que se diferenció de los otros animales. Desarrollo la razón y el lenguaje, y con ellos, se produjo la formulación conceptual del “ser”.
Ejemplos de desplazamientos humanos tenemos muchos. Desde las siete tribus nahuatlacas que fundaron las civilizaciones mesoamericanas, hasta los conquistadores españoles o los comerciantes venecianos que sembraron la semilla de lo que hoy llamamos “capitalismo”. Actualmente la búsqueda con el desplazamiento corporal no ha terminado y muchos artistas son conscientes de ello. Caminar es encontrarse, andar es buscar.
En muchas manifestaciones del arte encontramos ejemplos claros de creadores caminantes. En la literatura por ejemplo, tenemos “En el camino” de Jack Keuroac. Este libro nos narra las aventuras y peripecias de Jack en su ir y venir de este a oeste por la Unión Americana. Camina y encuentra, sortea, esquiva y afronta. También podríamos traer a colación las novelas “Factótum” de Bukowski, “Se está haciendo tarde” de José Agustín o incluso “La carretera” de Corman McCarthy, textos con personajes que se desplazan para encontrarse, explorar o no morir. “La generación perdida” (Heminway, Celine, Ezra Poud, entre otros) por ejemplo, fue llamada así debido a que estos autores, emigraron y se perdieron de los Estados Unidos para buscar su lugar.
En el cine hay un generó llamado “road movie”, que se refiere a historias que se encuentran situadas en la carretera y en el desplazamiento de sus personajes. La película “Bajo California: El límite del tiempo” de Carlos Bolado, protagonizada por Damián Alcázar, es una alegoría del caminar buscando. Un artista mexicoamericano decide dejar su país para encontrar sus raíces, en el camino se encuentra y desencuentra, proponiendo instalaciones en los lugares que transita y que lo descubren. En algún momento, resuelve quemar su camioneta (en alusión quizás a las carabelas de Cortés) y continuar andando. En el desierto encuentra a otro caminante y se ve reflejado, es él un buscador, son los dos un caminante.
El antropólogo Néstor García Canclíni menciona en una entrevista: “El latinoamericano sabrá de su valor cuando se vea separado de su entorno y observe la otredad” es decir, cuando se desplace de su contexto. Somos el lugar en el que nacemos, el día en que lo hacemos y las personas que nos educan, pero también somos lo que conocemos fuera del hogar, lo que aprendemos alejados de la familia y lo que vivimos fuera de casa. Somos entonces lo que vemos, tocamos, saboreamos, olemos y caminamos.
Las ciudades se conocen por los pies dicen por ahí. Nuestro rostro es aquello que se configura con nuestros pasos. En el arte podemos encontrar un sinfín de obras que aluden o trabajan con el desplazamiento y el caminar. Francÿs Ális tiene muchas obras en este sentido, quizás la pieza más conocida sea “A veces hacer algo es no hacer nada” donde camina empujando un cubo de hielo hasta que este desaparece. Richard Long por otro lado, propone una foto documental que muestra un campo en donde se nota el desplazamiento continuó sobre el pasto para trazar una línea o Juan Downey que realizó cartogramas de sus desplazamientos por el mundo y luego los deconstruyó para proponer piezas visuales. Es así que podemos finalizar diciendo: caminar buscando es encontrarse caminando.
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