Las malas noticias ya son comunes todos los días, cada mañana nos despertamos con un abanico de hechos que suceden a lo largo y ancho del territorio nacional, asaltos, robos, asesinatos de toda índole, abusos a mujeres y niñas entre otras muchas situaciones contra el orden público y la dignidad humana.
Mención aparte merecen los delitos de “cuello blanco” de los que tan frecuentemente hemos sido testigos en los últimos años, gente, normalmente funcionarios, en quienes se ha depositado la confianza de acceder a dinero público, recursos que han sido destinados a objetivos de un estado o de un país, tales como inversión en obra pública, infraestructura, pago de trabajadores, entre muchas otras cosas más.
Pero, a fin de cuentas, ese dinero no logra llegar a su destino y no cumple con el propósito al que había sido destinado, pues algún funcionario en turno se atreve a darle un uso “personal”, por así llamarlo.
En fin, que son muchas las situaciones que pueden atentar contra el ciudadano, contra la base trabajadora, desde la delincuencia hasta desde dentro de organizaciones o autoridades que se supone que están para velar por el bienestar de los habitantes.
Pero ¿qué es lo que está ocurriendo con esta sociedad que cada vez se descompone más?, ¿es que debemos aceptar la maldad, la delincuencia, como algo normal en nuestra existencia, como algo más con lo que tenemos que lidiar en nuestra atribulada carga diaria?, ¿es que nadie puede hacer nada, o será que a alguien le falta hacer algo?
Yo me uno a quien sostiene que para lograr un cambio debemos empezar por nosotros mismos en forma individual, y en la familia de forma colectiva, realizando acciones que contribuyan a la educación, la cultura, los buenos hábitos.
La familia debe estar unida y fuerte, favoreciendo la comunicación entre sus integrantes, aunque debemos estar ciertos que resulta imposible facilitar una receta que garantice el éxito rotundo, ya que se encuentra sujeta a diferentes variables de la situación.
La comunicación en la familia es un elemento que no debe tomarse a la ligera, en donde el factor más importante es reconocer las barreras que impiden la comprensión y, por lo tanto, implementar tareas que permitan superarlas.
Todo el tiempo hay comunicación entre padres e hijos, entre los esposos y hermanos, pues independientemente de las palabras que se puedan intercambiar (nivel verbal) también se emiten mensaje a un nivel no verbal, ambas son igual de importantes.
El contenido emocional es trascendente para la fuente y el receptor, independientemente de lo que decimos con palabras es determinante lo que comunicamos a través de los gestos, ademanes, postura, es decir, lo que expresamos a través del lenguaje corporal.
La comunicación efectiva genera nuevas maneras de conducta y nuevas posibilidades para el desarrollo de los participantes. Un apretón de manos o un abrazo, hasta el aroma de una loción o un perfume refuerza la conversación y facilita un mayor acercamiento y convivencia diaria.
No dejemos de lado la importancia y el poder que tiene el seno familiar entre sus integrantes, ya que esto influye en nuestro entorno social, es hora de hacer el cambio.
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