Preguntaban en mi correo el por qué trato los temas de manera coloquial. Siendo mi respuesta, que lo hago para que sea asequible a mis amigos lectores, sin necesidad de información especializada alguna. Sin embargo, eso no obsta para que los orígenes de algunos temas, estén imbuidos de conceptos filosóficos, que se complementan con la cotidianeidad. Tal y como acontecerá con el tema del AMOR que ahora trataré.

Recordemos que el amor tiene su origen dentro de las actuaciones éticas del individuo, mismas que se plantearon desde los inicios del hombre por filósofos antiguos y modernos, de manera amplia y actual, con conceptos divergentes y/o de distintas derivaciones. Pero solo me he de referir hoy a la ética natural y a la ética cultural. Que se enfoca a la conducta originaria de nuestra naturaleza humana, como la supervivencia, la preservación de la especie y la autodefensa; y la segunda, sobre la que existe un bagaje literario muy amplio acerca de su origen, desarrollo y hasta consecuencias, que consideraría un código con reglas y normas de la conducta adecuada individual y/o colectiva, que nos lleva a la consecución de una vida feliz y plena.

Iniciaré hablando acerca del AMOR, desde el punto de vista dogmático, sin llegar a lo religioso. Al referirme que el amor no es una opción sino una obligación, si partimos de la ideología cristiana. De “amor al prójimo”, no solo para los cercanos como la familia o los amigos, sino a todos nuestros semejantes; incluso para aquellos que traten de herirnos o logren hacernos algún daño, Lo que nos permitirá entrar a ese sentimiento virtuoso, que va más allá del amor, y que religiosamente se denomina Caridad. Esto surge porque el que intenta o hace daño a otro, simplemente no puede ser feliz, y anida en su ser ese sentimiento lo que lo hace acreedor a la caridad. Transportando a los afectados, a ese nivel superior de conciencia, por el simple hecho de ser solidarios con ese ser en desgracia.

Ahora bien, desde otro punto de vista el amor no implica lo romántico que algún poeta de cualquier época quiso describir en la relación de dos seres. Sino todo lo contrario, porque ese amor que conocemos y practicamos, por ser cultural y diverso es pensado y racional; siendo su mayor expresión de este: en el que sienten los padres por su hijo, el de la familia en general, el de los amigos, a la patria, hasta llegar al que estamos obligados a prodigar a nuestros congéneres, según decíamos al inicio del anterior párrafo.

En lo personal, he tenido la dicha de disfrutar, la mayoría de los amores que un ser humano puede sentir, pues tuve una madre maravillosa y amorosa, un padre que en su forma y estilo me amó y mucho; una hermana, con la que disfruté a plenitud mi niñez y parte de mi juventud, a pesar de la gran diferencia de edades. El de una compañera de vida con la que llevo varios años de feliz matrimonio (sufrido yo). Producto de esa unión física y espiritual, hemos podido caminar en torno a todo tipo de situaciones, que siempre se superan por nuestro amor incondicional y solidario, que nos ha llevado a integrar un súper equipo. El de mis dos maravillosos hijos, seres de bien y útiles a su sociedad, con quienes, pese a mis locuras y grandes errores, mantenemos ese cálido amor que perdura más allá del tiempo y la distancia. Gracias a ello, puedo afirmar que el amor es la mayor expresión de la plenitud humana, racional y natural.

Finalmente, hay un amor especial y en muchos casos a prueba de balas, tormentas, errores, chismes, amores, familia, en fin, de todo. Aunque es por pocos reconocido públicamente, por temor a algún tipo de crítica homofóbica o de bulling. Situación en la que personalmente caía, hasta que un personaje que influyó en mi vida personal y profesional me enseñó a reconocer, decir y demostrar lo que se siente por el tipo de persona al que habré de referirme. Y que en mi concepto, es el único que surge de esa familia definitivamente voluntaria y personalísima, aunque no tenga nada que ver con nuestra consanguinidad, obligación o compromiso de cualquier índole. Develando el misterio diré que se trata de los AMIGOS, de quienes una palabra de solidaridad o de júbilo o una mala palabra, un apretón de manos, un abrazo, una palmada o incluso un zape, un hombro sobre el cual recostar la cabeza en un momento de dolor o tristeza, realmente no tiene substituto, precisamente porque no nace de ningún interés, y si más allá de un sentimiento mutuo de conexión espontánea, lealtad y amor fraterno. Porque eso es Dar de sí, antes de pensar en sí.

DEJA UNA RESPUESTA

Please enter your comment!
Please enter your name here