Más allá de los conceptos teóricos, filosóficos, profundos, académicos para apantallar o para escribir un libro. Es mi percepción como un simple “escribidor” para personas comunes y nada corrientes, pero si similares a mis ideales, sueños e incluso locuras, que trazo estas líneas. De ahí el por qué continuaré con esa línea con la que ustedes y yo nos identificamos.

En esta ocasión me enfocaré a comentar acerca del vocablo CONCIENCIA, entendida inicialmente, como la dimensión en la que nos encontramos durante el sueño, en estados hipnóticos, o como aquel que se ve afectado por el consumo controlado o no de drogas heroicas, alcohol y o cualquier clase de psicotrópicos que vulneran el estado de realidad o “conciencia” del individuo.

Al ser esta una de las características esenciales del hombre (género), que nos diferencia de los animales, es decir de los seres irracionales. Nos constituye en seres realmente especiales, inteligentes, únicos y por qué no decir lo maravillosos, dentro de este gran universo aún por descubrir. Característica sine qua non, que nos permite asimilar apropiadamente la realidad del ambiente social, familiar, político o de la índole que sea y que nos rodea. Así, mediante nuestra percepción sensorial estabilizamos nuestras inquietudes o necesidades físicas, emocionales e incluso espirituales. Digiriendo esas sensaciones externas o internas que experimentamos, con la fuente que le da nacimiento y sustento a los valores con los que de manera cotidiana convivimos.

Algunos estudiosos puntualizan que la conciencia, paradójicamente siendo absoluta, nace de los valores que pueden conceptuarse como duales o bipolares, por ejemplo: frente al bien el mal; frente a la alegría la tristeza, frente al odio el amor, frente a la puntualidad la impuntualidad y muchos más. Lo que nos permite entender y evaluar internamente el efecto de todo acto personal o de cualquier extraño o conocido, ya que al compararlo con lo que somos o quisiéramos ser, nos posibilita el reconocer o identificar los aciertos de quiénes, conforme a nuestra ideología interna, pudieran ser o actuar mejor de lo que se espera, así como aceptar a aquellos que sobre esa misma base, podemos considerar de un estrato educativo, social o económico distinto al propio.

Resulta un tanto complicado para algunos entender, lo que es la conciencia y lo que implica para acercarnos a una vida feliz, situación que pudiera afirmar es catalogada como una preocupación social. Y tan es así, que la propia UNESCO en diferentes foros y con propuestas sólidas, ha manifestado la importancia que tiene crear en los sistemas educativos de los países miembros de esa organización, “Cursos de Conciencia”, en los diferentes niveles de la educación formal. Estas acciones se realizarían con la firme intención de fortalecer la conciencia individual que influya posteriormente en la colectividad, para con ello, alcanzar idealmente una CONCIENCIA UNIVERSAL que redunde en bienestar, estabilidad y felicidad para todos los seres humanos.

Me atreveré a comparar el ser de un árbol, con la conciencia del hombre, en la que la raíz tendría que ser un Ser Supremo, sus ramas a las que equipararía con sus Valores, las flores o los frutos que implicarían la Felicidad Personalísima, y su efecto sobre el ambiente que corresponderían a la Paz Social. Por ello la importancia de seguir sembrado y cultivando amor, verdad, solidaridad, honradez, lealtad, caridad y respeto por la persona humana en su integralidad física y espiritual. A pesar de nuestra gran diversidad de pensamiento, que nos permita alcanzar una sociedad justa y satisfecha que traducido a términos más coloquiales, implicaría una sociedad feliz.

Y es que resulta vital generar una conciencia acorde a esos valores supremos que tienen que ser bien entendidos, lo que no sólo tranquiliza y predispone a nuestro ego o espíritu a recibir y dar amor, sino que fisiológicamente, como lo han demostrado los científicos, beneficia a nuestro sistema inmunológico. Lo que nos hace fuertes, frente a posibles enfermedades con las que tenemos que lidiar de manera cotidiana.

Estoy convencido que sin importar que el comportamiento humano, aun cuando en algunos casos llega este llega a ser deplorable, la conciencia del que los ejecuta siempre es tendiente a la bondad, a la caridad y a la buena fe, pues es esta la única cadena que nos vincula con el Ser Supremo; por tanto, es la voluntad del propio individuo la que le da la posibilidad de una conciencia estable y tranquila. Lo que nos permite ser útiles a nuestros semejantes, amar y ser amados, dar y recibir, lograr un cuerpo y una mente sana, así como enfrentar cualquier adversidad con fuerza y vigor, lo que en unión nos asegura una vida plena que es a lo que aspiramos la mayoría de los simples mortales.

Eso es Dar de sí, antes de pensar en sí.

Porelplacerdeservir@hotmail.com

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