Hace un par de meses, en agosto para ser más precisos, el EZLN distribuyó una publicación titulada: “300”. Este librito, muy interesante por cierto, que mide un poquito más de media carta y cuenta con 28 páginas, está firmado por el Subcomandante Insurgente Moisés y el Subcomandante Insurgente Galeano. De dicha publicación extraje los siguientes párrafos:
“…El sistema capitalista está avanzando en la forma de conquistar territorios, destruyendo lo más que se pueda. Simultáneamente hay un ensalzamiento del consumo. Parece que el capitalismo ya no parece preocupado por quién va a producir las cosas, para eso están las máquinas, pero no hay máquinas que consuman mercancías”.
“En realidad, este enaltecimiento del consumo, esconde una explotación brutal y un despojo sanguinario de la humanidad que no aparece en la inmediatez de la producción moderna de mercancías”.
“El mercado (ese gigantesco almacén de mercancías) contribuye a ese espejismo del consumo: las mercancías le parecen al consumidor como ‘ajenas’ al trabajo humano (es decir, a su explotación); y una de las consecuencias ‘prácticas’ es darle al consumidor (siempre individualizado) la opción de ‘rebelarse’ eligiendo uno u otro mercado, uno u otro consumo, o negándose a un consumo específico”.
“La posibilidad de comprar la fuerza de trabajo está dada por la propiedad de los medios de producción, de circulación y de consumo. En la propiedad privada de estos medios está el núcleo vital del sistema. Sobre esta división de clase (la poseedora y la desposeída) y para ocultarla, se construyen todas las simulaciones jurídicas y mediáticas, así como las evidencias dominantes: la ciudadanía y la igualdad jurídica; el sistema penal y policiaco, la democracia electoral y el entretenimiento (cada vez más difíciles de diferenciar); las neo religiones y las supuestas neutralidades de las tecnologías, las ciencias sociales y las artes; el libre acceso al mercado y al consumo; y las tonterías (más o menos elaboradas) del ‘cambio está en uno mismo’, ‘uno es el arquitecto de su propio destino’, ‘al mal tiempo pon buena cara’, ‘no le des un pescado al hambriento, mejor enséñale a pescar’ (‘y véndele la caña de pescar’), y, ahora de moda, los intentos de ‘humanizar’ el capitalismo, hacerlo bueno, racional, desinteresado, light”.
“La llamada ‘forma Nación’ del Estado, nace con el ascenso del capitalismo como sistema dominante. El capital necesitaba protección y ayuda para su crecimiento. El Estado suma entonces, a su función esencial (la de la represión), la de ser garante de ese desarrollo. Claro, entonces se dijo que era para normar la barbarie, ‘racionalizar’ las relaciones sociales y ‘gobernar’ para todos; ‘mediar’ entre dominadores y dominados”.
“Después se dijo que el Estado Nacional debía ‘regular’ el sistema, ponerlo a salvo de sus propios excesos y hacerlo ‘más equitativo’. Las crisis eran producto de defectos de la máquina, y el Estado (y el gobierno en particular), era el mecánico eficiente siempre alerta para arreglar esos desperfectos. Claro, a la larga resultó que el Estado (y el gobierno en particular) era parte del problema, no la solución”.
“…el capitalismo enfrenta una crisis compleja (en su composición, en su extensión y en su profundidad), que él mismo produjo con este afán depredador”.
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