En México, el trato a las caravanas de inmigrantes (legales e ilegales) ha tenido rasgos de xenofobia y racismo, al grado que se les agrede dándoles de comer “frijoles molidos, como si le estuvieran dando de comer a los chanchos”, según se quejó una afligida dama que con toda dignidad aclaró que “ni modo, hay que comerse esa comida porque si no, nos morimos de hambre”. Otro de nuestros visitantes forzados pidió se les diera comida “pero comida, nos dan sándwiches con mortadela”, lo que lesiona sus delicados paladares. Tal vez haya que culpar a los organizadores de la marcha, que no hicieron las gestiones necesarias para que se les proporcionara el hospedaje, la comida y el trato distinguido que nuestros visitantes merecen.

En cambio, en Estados Unidos reciben un trato tan deferente que hasta para agredirlos se piensa en ellos, en su integridad física y, por qué no, en sus gustos gastronómicos. Por ello, Ron Colburn, presidente de la Fundación de Patrulla Fronteriza en Estados Unidos, dijo que la represión contra centroamericanos en la frontera no se hizo con la intención de dañarlos, ni pudo haberlo hecho, pues sólo se usó gas pimienta, que es “pimienta, agua y alcohol”. Qué diferente y civilizado: casi fue como un buen trago de mezcal con chile. Si de sugerencias se trata, orientó a los que trataban de cruzar la frontera: pueden utilizar el gas pimienta para echárselo a sus nachos, debido a su composición completamente natural. Suponiendo que tuvieran nachos, of course.

Probablemente en la próxima zacapela fronteriza se le pueda poner sabor a las balas de goma, para que las usen como chicle, y poner a los dispositivos acústicos de largo alcance un reggaeton o una cumbia como música ambiental. Todo ello explica por qué los centroamericanos mayoritariamente rechazan la ayuda que ofrece el gobierno mexicano y desean, desesperadamente, cruzar la frontera norte.

Los niños y las mujeres gaseadas no agradecieron las atenciones norteamericanas. Por el contrario, llenaron los noticieros con imágenes que desprestigian a sus benefactores de la migra y al presidente norteamericano, lo que es redundante, porque ya no es posible hacer que Trump gane más impopularidad.

Otro que tampoco agradeció las acciones de la patrulla fronteriza fue el gobierno de México, que envió a la embajada de Estados Unidos una nota diplomática por los incidentes en la zona fronteriza de Tijuana-San Diego y solicitó una investigación exhaustiva. También redundante, porque fue completamente claro que las bombas de gas lacrimógeno, las balas de goma y los artefactos de ruido disuasivo fueron utilizados del territorio norteamericano al mexicano. No faltó, sin embargo, un funcionario mexicano que disculpara a la migra, aclarando que las bombas se usaron en Estados Unidos, pero el viento soplaba de norte a sur y por eso cayó sobre los migrantes. Diríamos que cuando tienes buenas intenciones, hasta los elementos climatológicos complotan en tu favor.

La última variable en esta ecuación la representan los habitantes mexicanos que viven en la zona fronteriza. Ellos están presionando a las autoridades mexicanas ante las afectaciones que podrían sufrir de cerrarse el paso que usan en forma habitual. Ellos no pueden ver los gases lacrimógenos como condimento para nachos.

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