Y por fin el día tan anhelado llegó, no sé si anhelado más por Andrés Manuel López Obrador o por el pueblo, por la gente, por el ciudadano de a pie, pero se cumplió ese cambio tan drástico en el gobierno de nuestro país.
Ante las pantallas pudimos observar a un solitario y meditabundo Enrique Peña Nieto, entregar el poder al ahora presidente, no sé si lo tenga contemplado, pero si no le recomendamos un profundo análisis de conciencia, aunque no sé si sirva de algo a ese nivel.
Y pudimos escuchar también un discurso largo y lleno de ideas, por momentos amenazante, desafiante, que tal vez no caiga muy bien en el sector empresarial y a la comunidad internacional, pero que es cierto, la política económica que ha delineado nuestro país ha satisfecho a las cúpulas pero le ha quedado a deber al pueblo y por mucho.
AMLO ha propuesto cambiar el rumbo y poner por delante a los que menos tienen, a los pobres, a los oprimidos y a la comunidad indígena, que dicho sea de paso tuvo una importante participación en la ceremonia de entrega del bastón de mando en el zócalo de la Ciudad de México que nos hizo voltear a ver nuestras raíces a todos los mexicanos conscientes de nuestro pasado indígena, un importante legado que se hizo visible a todo el mundo a través de los medios de comunicación.
Ahí, en el zócalo, después de un primer discurso en el Congreso de la Unión, mencionó innumerables puntos que contempla ejercer durante su mandato, muchos de estos puntos son necesidades impostergables, muchos otros parecen el sueño de un país perfecto, sin embargo, es el momento de dejar trabajar al nuevo presidente y nosotros, los ciudadanos, escuchar el llamado de hacer las cosas para bien propio y de nuestro México, tan rico en recursos, pero tan abusado, tan mancillado por quienes han jurado defenderlo.
Sólo esperamos que el presidente López Obrador tenga presentes a todas aquellas personas que se desbordaron en las calles para verlo pasar a la toma de su mandato, porque realmente se ha convertido en una esperanza, en una opción real para un cambio verdadero y que lo que menos esperamos son mentiras o discursos vanos, él es la materialización del poder del pueblo, que prácticamente le fue arrebatado a quienes lo detentaron antes que él y nos unimos a la frase “no nos puede fallar”.
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