El transporte es un elemento primordial de la economía, todo se mueve, todos nos movemos, para elaborar un producto es necesario trasladar la materia prima al lugar indicado, y una vez terminado tiene que salir de la fábrica hacia su punto de venta. Las personas ocupamos un transporte, público o privado, para acudir a la escuela, al trabajo, ir de compras, de viaje, de negocios y un largo etcétera.
Y para poder moverse los vehículos que ocupamos requieren de un combustible, que hasta ahora es la manera más común en que un motor se pone en marcha, aunque ya existen otros que funcionan con energía eléctrica pero a costos exorbitantes.
Hasta aquí, con este planteamiento parece que estamos atrapados, pues siempre vamos a requerir de un transporte aunque esté caro, no hay de otra, y es entonces cuando nos comenzamos a volver víctimas de las políticas económicas locales y mundiales, que es la que realmente marca el ritmo.
Aunque las gasolinas siempre han tenido incrementos y en porcentajes bastante desproporcionados a lo largo de la historia de nuestro país, recordemos que la ciudadanía ha llegado al punto de exigir alternativas para dejar de ser el que pague los platos rotos.
Para muestra unos ejemplos: En el sexenio de López Portillo, la gasolina Nova pasó de 2.10 a 20 pesos, es decir, el incremento porcentual fue de 852 por ciento.
Pero aún hay más: durante la administración de Miguel de la Madrid. La Nova pasó de 20 a 493 pesos, es decir el incremento porcentual fue de 2 mil 365 por ciento.
Creo que hay razones suficientes como para exigir un alto y que las autoridades pongan a trabajar sus conocimientos en beneficio de la población que todo lo paga.
Pero a la par de los gasolinazos, ha crecido sin control el robo de combustible que ha venido a ser una alternativa a los altos costos. ¿Será por eso que la población defiende a los “huachicoleros” de la acción de la justicia? El poder de estas personas ha ido en aumento, que además, ha sido una opción de negocio para el crimen organizado, baste con observar las luchas armadas que han sostenido con la policía a grado tal que ahora los soldados deben patrullar las calles pues la violencia se hace presente por este motivo.
Todo este panorama tiene una víctima más: los empresarios gasolineros, quienes se dedican a la venta de combustible en sus estaciones de servicio, también se quejan de que sus ventas han disminuido debido al robo y venta de combustible ilegal aunque sus costos operativos continúan inamovibles.
Estos empresarios exigen poner atención a la ola delictiva que se ha desatado y lograr una respuesta de las autoridades.
Creo que es momento de buscar una solución a esta problemática, ya que además de lastimar seriamente los bolsillos de consumidores y empresarios, el aumento a las gasolinas también ha causado violencia aparejada con otros tantos hechos delictivos que ponen en riesgo la seguridad ciudadana.
Ojalá que el planteamiento de las autoridades federales dé por fin resultados, sin descuidar otras posibles soluciones que se puedan obtener en el camino.
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