A partir del surgimiento de México como nación, los diferentes territorios se fueron consolidando con base en sus vocaciones, su geografía y tradiciones heredadas lo mismo de la cultura indígena, que aquellas producto del mestizaje.
Una de las vocaciones que desde el inicio forjó a Tlaxcala, fue precisamente la ganadería y propiamente las actividades agropecuarias que tuvieron que transcurrir por diferentes etapas, lo mismo con la llegada de los españoles, la independencia, la revolución, y la época moderna.
Cuna de la nación
Hay que recordar que desde Tlaxcala en el año de 1591 partieron las denominadas 400 familias hacía el norte del país, lo que además otorgó a esta región tlaxcalteca la categoría de “cuna de la nación”.
Y es que la cuna de la nación no sólo se forjó a partir de ese pasaje histórico que permitió instalar las primeras villas en estados del bajío, pues relacionado a los toros, también representó parte de la genética que actualmente prevalece en la cabaña brava mexicana, aunque también muy desperdiciada hoy en día.
De acuerdo con la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia (Anctl) el estado de Tlaxcala tiene un total de 36 ganaderías de toros bravos, lo que convierte al estado en el máximo criadero de reses en el país.
Se trata de 21 estados que tienen en su territorio por lo menos una ganadería de toros bravos, aunque Tlaxcala se consolidó con el paso de los años, como una de las principales casas ganaderas del país y que hasta el siglo XX, fue protagonista de tardes de gloria en todas las plazas de México.
Legado ganadero
La lista la componen las siguientes: Atlanga, Brito, Coaxamaluca, Coyotepec, Cuatro Caminos, Daniel Muñoz, Darío González, De Haro, Doña Altagracia, El Cuate González, El Grullo, Felipe González, García Méndez, Jaime Rodríguez, José María Arturo Huerta, José María González.
También destaca José Rodríguez, Juan Huerta, La Gasca, La Laguna, La Soledad, La Trasquila, Lorenzo Rivera, Los González, Montecristo, Olivares, Piedras Negras, Rancho Seco, San Antonio de Padua, Tepetzala, San Pedro, Soltepec, Tenexac, Tenopala, Santo Tomás y Zotoluca.
Cada una de esas casas ganaderas ha sido el cimiento de lo que hoy representa la ganadería brava. En México hay una cantidad importante de textos, testimonios, artículos, ensayos que da cuenta de eso y que centra parte de su historia en una de las cabañas prócer de la bravura en el país: Piedras Negras.
La ganadería actualmente propiedad de Marco Antonio González Villa, se ha convertido en una de las más solicitadas por el público autodenominado “torista”, sin embargo, son pocas las corridas en la actualidad en las que se ven toros de esa raza, bravura y trapío.
En el imperdible libro “Piedras Negras, sitio, vida y memoria” de Carlos Castañeda Gómez del Campo, se narra la historia de esa casa ganadera desde su fundación como San Mateo Huiscolotepec, y da un recorrido detallado por lo que fueron las venas de la ganadería mexicana, a partir de esa hacienda.
“Si creáramos una línea de tiempo con los hitos trascendentales de la historia y tauromaquia nuestras, de seguro coincidirían con los principales momentos de Piedras Negras”, narra el libro al inicio de su recorrido.
La cabaña brava tlaxcalteca por años se ubicó en la cima del escalafón de las ferias más importantes del país, particularmente de la Temporada Grande en la Plaza México.
Las figuras de antaño como Armillita, Silverio, Gaona, Lorenzo Garza, El Ranchero Aguilar, Fernando de los Reyes “El Cayao”, entre muchos otros, consolidaron su legado como figuras del toreo gracias a toros de la ganadería tlaxcalteca.
En la actualidad, existe una tendencia tan “moderna” pero a la vez en retroceso de la fiesta, que busca al toro que poca emoción transmite a los tendidos, peor que complace a las figuras ultramarinas que imponen toros y ganaderías.
¿Qué tanto se consolidarían esas figuras influyentes en nuestro país si lidiaran toros de las dehesas tlaxcaltecas como Piedras, Negras, De Haro o Tenexac, por citar algunas?