Escrito por: Willebaldo Herrera
SEGUNDA PARTE
Tratada de “bohemia irredimible” y “viuda de un pistolero hidalguense”, éste doble marbete ha alimentado de manera paralela una leyenda negra ficticia, racista en torno de ella. Pues el hecho de haber sido la amante secreta del pintor Jorge González Camarena, únicamente demuestra que el artista consentido del nacionalismo oficial auspiciado por el presidente Adolfo López Mateos, la ocultó y la negó literalmente durante mucho tiempo, por temor a meterse en conflictos conyugales con su esposa legítima, de origen francés. Quedando la historia de su relación sentimental, la vida privada de Victoria Dorantes, marcada por el calificativo de “la otra”, el cardenal del latigazo sexista impreso sobre ella desde la moral conservadora de la época; prácticamente el inicio de un rosario de adversidades al que se puede agregar esa propuesta de la diputada panista, Oralia López Hernández, para llevarla “al Altar de la Patria”, donde sería grabado su nombre con letras doradas y que fue rechazada por la Cámara de Diputados.
No obstante de recurrir a su bella y simbólica figura de manera compulsiva como referente central en su obra, González Camarena jamás quiso darle el lugar que le correspondía públicamente. El pintor ganó dinero y prestigio gracias a ella a nivel internacional, pues llegó a plasmarla en la fachada de la Universidad de Concepción, en Chile. El mural “Integración Latinoamericana” fue realizado por encargo del presidente Gustavo Díaz Ordaz, con un abultado patrocinio federal.
Incluso, González Camarena erró al confesar al crítico de artes de la UNAM, Antonio Luna Arroyo, que su protegida había nacido en San Agustín Tlaxco, pues a estas alturas Tetla ya se había separado de ese municipio. Por eso no existen documentos que daten la fecha del nacimiento de Victoria Dorantes en Tlaxco. En realidad, los originarios de este municipio fueron sus padres que por diversos azares del destino se mudaron a Tetla para trabajar en la hacienda de Coaxamalucan, ubicada en el municipio que hoy lleva el pomposo nombre de “Tetla de la Solidaridad”, en honor del repudiado expresidente Carlos Salinas de Gortari, quien prestó su servicio social en ese lugar.
La SEP, por su parte, sigue explotando su famosa figura-entrañada al imaginario popular- sin pagar derechos autorales a nadie de su familia, por ejemplo, y sin propiciar una investigación histórica exhaustiva sobre ella, porque lo cierto es que millones de niñas y niños siguen viendo su valioso ícono en las aulas sin saber realmente quién es ella. Solo viste demagógicos banderazos oficiales de repartición de textos gratuitos cada año para lucimiento del secretario del ramo en turno y gobernadores estatales. En Tlaxcala, su terruño natal ni siquiera se le menciona.
Amén de ser caricaturizada a diestra y siniestra en diarios, revistas y videos de todo género, su identidad ha cruzado diversos avatares dolosos como los que afirman que “la Musa viajó a París” y “se la pasaba tirada en una playa de Acapulco, disfrutando del atardecer”. También ha sido utilizada para ridiculizar a personajes políticos como Enrique Peña Nieto y Donald Trump; en calidad de mujer obesa como obra paródica de Botero; sustituida por un siniestro “Tío Sam”; facialmente deforme; pateada por Felipe Calderón ante un abismo; fracturada de una pierna en una cama de hospital, mientras Agustín Carstens le cae encima; como analogía metafórica de la “reforma educativa” a punto de ser violada, etc. No ha existido límite alguno como para dejar de humillarla constantemente. He aquí, la premisa patriarcal: es mujer indígena, entonces es digna de mofa y desprecio como en la Colonia.
En el otro polo cultural, su magnetismo femenino es tan fuerte y poderoso que inclusive es admirada por migrantes en Estados Unidos y rockeros mexicanos. Asambleístas de la ciudad de México en sus mítines la han portado en forma de gigantesca mojiganga, como símbolo de protesta social. Las líderes del grupo político de Rusia, Pussy Riot, posaron teniendo como fondo la imagen desnuda de Victoria Dorantes, que se encuentra en el tercer piso del Palacio de Bellas Artes, durante su visita a nuestro país.
Pese a su proyección cívico-pedagógica y a los agravios que ha sufrido la tlaxcalteca, ninguna feminista que se respete tampoco ha salido en su defensa hasta hoy, no obstante el machismo imaginario, simbólico y real, con el que ha sido tratada por años. El más reciente ultraje a su anatomía corporal, rostro, larga cabellera azabache, bandera, libro y túnica blanca, acaba de aparecer en Facebook: en lugar de Victoria Dorantes, enarbola la bandera nacional, la exlíder del SNTE y presa política del peñismo, recién liberada, Elba Esther Gordillo. Un meme patético.
Sin embargo, la mujer indígena, pobre y humilde, originaria de una comunidad rural olvidada de la geografía tlaxcalteca y probablemente nacida en una calpanería de peones acasillados, sí tiene nombre y apellidos: María Victoria de los Reyes Dorantes Sosa. Y en el colmo de la ironía histórica: era analfabeta.
Willebaldo Herrera es escritor, periodista y promotor cultural. *