Acudí a ver al doctor hace días, y obtuve información sorprendente de una señora que estaba con un bebé en brazos, quien con toda la tranquilidad del mundo hacía referencia a que su bebé no tomaba cualquier tipo de leche. Lo que me llevó a una respuesta lógica para mí: ¡Claro! ¡Toma leche deslactosada! (pensé). Pero no, el bebé tomaba leche que yo creo era de hormiga, o al menos eso diría mi madre. Sobre todo porque dijo su mamita que el precio era considerable y era la única que no le hacía daño.

Esto me llevó a analizar y comparar el pasado con el presente enfocado a nuestra alimentación, juegos, comunicación de los mayores con sus hijos, respeto a los adultos, y hasta la forma en la que nos castigaban nuestros padres. De ahí que si bien es cierto hablar del pasado no siempre afortunado, también lo es que nos forjó como hombres y mujeres firmes, con carácter y determinación. Sin embargo a pesar de lo complicado o difícil que pudiera pensarse fue nuestra niñez. Su principal sustento, era la vocación para ser felices con o sin zapatos, con hambre o sin ella, con un balón de marca o delmer…cado, en fin.

En cualquier época del hombre, criar hijos no ha sido nada fácil, pero tampoco imposible como para no volver a engendrar. Sino seguramente seriamos muy pocos los habitantes de este majestuosos mundo o incluso estaríamos en peligro de extinción. Y es aquí donde inicio mi reflexión: ¿Qué pasó en el ayer? ¿En qué estamos fallando hoy? ¿Estamos creando generaciones débiles?

En el pasado se alimentaba a los niños sencilla pero sanamente. Y claro que han existido en todas las épocas productos chatarra, pero con la educación y autoridad de casa, estos pasaban prácticamente desapercibidos. Visitar al médico se hacía muy poco. Los brebajes mágicos eran el jarabe de ajolote, el incremín con hierro, el hígado de tiburón o de bacalao, el wintomilon etcétera, Y con eso bastaba para estar sanos.

Si de jugar se trataba, hacerlo descalzos en el patio o la calle, con lluvia, con tierra, con sol, nuestros padres nos permitían desenvolvernos libremente. De igual forma podíamos comer dulces, helados, frutas recién cortadas del árbol y sin lavar o recién sacadas de la tierra o tomar leche recién ordeñada. No usábamos filtros solares ni para el agua que bebíamos, bastaba con pasarle la mano por el orificio de la llave para limpiarla y acercar la boca a la misma para tomar. Y el mentol y el mertiolate era el remedio para los golpes con sangre y sin ella. Ojo, pocos eran los que tenían el lujo de viajar a Disneyland, pero los que no lo hacían, por igual disfrutaban los viajes al río, a palo huérfano, a la playa, o paseos campestres con la familia. Para dormir bastaba un agua de limón caliente o una lechuga bajo la almohada. En esa época eran pocos los juguetes eléctricos o los robots. El Nintendo no existía; teníamos la dicha de inventar y crear nuestros propios juguetes. Incluso me comentan que cuando mi padre era niño, amarraba a la cola de un ratón un carrete de hilo o una lata de sardina y ese era su coche. Claro hoy eso sería cruel y perverso y se le tendría que castigar por atacar a los pobres animalitos. Pero desde mi perspectiva eso permitió que nos convirtiéramos en seres creativos, respetuosos y sobre todo amorosos con nuestros padres, abuelos y entorno social y natural.

Por otro lado, recuerdo muy bien que al no asistir a la escuela, además de descansar y jugar, tenía el compromiso moral de colaborar con las tareas domésticas, lo que no me gustaba mucho, pero con el paso del tiempo descubrí, servía para incrementar el amor y solidaridad con mi familia.

Todo tiempo ha sido provechoso y bueno, y no quisiera decir que el de mi niñez fue el mejor, pero … ¿Saben algo? No nos pasaba nada. Pues creo que o no existían o no se conocían los antialérgicos, ni pastillas tranquilizantes, ni leches raras. Ni nos amarraban a los asientos del auto, No eran necesarios los servicios de un psicólogo, porque no habían traumas, síndromes, complejos, ni espacios propios: vivíamos en familia felices integralmente. Para el orden y la disciplina bastaba una nalgadita o una mirada fulminante para combatir hijos maleducados, caprichudos o groseros. Entonces… ¿Qué sucedió y porqué cambiamos? Quiza no lo sé o no quiero exponer mi teoría, pero estamos viviendo tiempos cambiantes que nos retan a adaptarnos y a enfrentarlos sin lamentaciones. Mejor consideremos mirar atrás, para aprender y evaluar el pasado, apreciar el presente y con ello planificar el futuro. Porque eso es Dar de Sí, antes de pensar en Sí.

Porelplacerdeservir@hotmail.com

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