De un tiempo a la fecha, tanto en el cine como en la televisión, vemos películas cuya trama principal es la existencia de muertos vivientes, mejor conocidos como zombis. Lo que me llevó a realizar una suposición de vida, en la que consideré la posibilidad de que fuéramos alguno de nosotros, el líder de un grupo de sobrevivientes, mismo que se encuentra acorralado: pero que debe tomar una decisión que consista en sacrificar a uno, para salvar la vida de los demás o la segunda, en jugársela e intentar luchar contra ese grupo zombis hambrientos que está a nuestra caza. ¿Qué hacer? ¿A quién salvar y por qué?

Pero abundaré un poco en el tema de todas esas creaciones de la pantalla, en la que el individuo enfrenta circunstancias con experiencias al límite, y siempre encaminadas a salvar su vida. Sabemos que ese es el atractivo de ese tipo de películas que, aunque sabedoras son de ficción, nos estimulan a desarrollar gran empatía con los personajes que, dicho sea de paso, por lo regular son artistas atractivas por sus cualidades de belleza, física y sobre todo mental. Con quienes nos unimos en el sufrimiento, el desamor, y todas aquellas desventuras que afrontan. Sin embargo, en lo personal me he cuestionado: ¿Por qué toman el camino más difícil o increíble? ¿Si me hubiera enfrentado a algo similar… ¿Qué haría yo? ¿Siempre podría salvarme y poder salvar a otros?

Sin embargo, desde todas las épocas se ha hablado de esa unión tan interesante entre el espectador y el o los personajes, en el mundo del arte. De manera contundente, se puede observar en la tragedia griega, obras en las que el objetivo consistía en mirar una representación teatral en la que se estableciera una catarsis entre los personajes y la obra, para con ello encontrar sus propias pasiones. Y así con ello, purificar al espectador, a través de la mimetización. Cierto estoy que no podríamos equiparar la intención del pasado, con el mercantilismo de hoy, en la que seguramente los productores de las películas de Hollywood no tengan eso en mente.

Volviendo a nuestra actualidad, tanto las series como las sagas de programas de muertos vivientes, quizá no nos digan nada, y pensemos solo en las diversas y novedosas formas de morir de los humanos a manos de los zombis. Pero no, ahí encontramos nuevas y mejores formas para combatirlos o de revertir su afección biológica, antes de que la humanidad se extinga por completo. Eso tendría que ser realmente lo interesante, pues se repite esa misma historia en la mayoría de las películas. Sin embargo, mi perspectiva es la forma en la que los personajes principales sobreviven pues ya sea la primera o la vigésima novena parte, lo que los diferencia, es el incremento en las atrocidades y ferocidad con la que combaten a los pobrecitos come humanos, so pretexto de evitar su propia muerte.

Ahora bien… ¿Qué pasaría en un mundo sin una sociedad de las que llamamos civilizada, como las que se idealizan en estos programas? En las que como en las luchas, todo vale, ya que no hay leyes, costumbres, consultas ciudadanas ni a modo ni no que regulen el actuar de los aclamados héroes. Es aquí donde me detengo y pregunto: ¿El hombre es malo o bueno? Mi maestro Pablo Fortino Lima, me enseñó que Thomas Hobbes aseguraba que el hombre es un lobo para el hombre, pero su racionalidad y necesidad de sobrevivir lo une en sociedad y cede sus derechos al Estado. Que Kant defendía una postura similar, argumentaba que si el hombre se guía por la razón, este abandonará su estado natural de guerra y buscará la paz en sociedad como fin y deber. A contrario sentido Rousseau, afirmaba que el hombre es bueno por naturaleza y la sociedad lo corrompe, para mantener lo que considera “suyo”.  Y por último una postura ética según Sócrates quien afirmaba: que todos los hombres son buenos por naturaleza y, si actúan mal, es por ignorancia: nadie se equivoca voluntariamente. Lo que nos lleva a considerar que una sociedad competitiva como la nuestra, puede transformar al hombre en un ente egoísta y preocupado solo por sus posesiones por encima de las de los demás.

Es por ello que sin importar una postura que acomode el dilema de nuestra naturaleza. La representación de los zombis es más que un mero producto de la cultura actual, es y tenemos que verlo como un medio para analizar acerca de las acciones humanas en cotidianeidad, que nos lleven a mantener una postura ética adecuada en la lucha real de cada día de hombre contra hombre en su estado natural. Porque eso es… Dar de Sí, antes de pensar en Sí.

Porelplacerdeservir@hotmail.com

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