Mathias Goeritz fue un artista multidisciplinario, experimentador nato, agitador cultural, bondadoso maestro y dueño de una gran inquietud creativa. Formado en los enloquecidos tiempos del nacionalsocialismo en Berlín, Goeritz llegó a México en 1949 y tomó como bandera la libertad creativa. Así mismo, entabló enemistad con Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros por proponer la “arquitectura emocional”.

La “arquitectura emocional” condensaba los principios estéticos de Mathias. Reflexión, revisión del entorno, experimentación y novedosa propuesta de solución. Este tipo de arquitectura no se conformó con la construcción tradicional y añadió a su lenguaje pintura, escultura, gráfica y poesía visual. En buena medida la “arquitectura emocional” fue un dispositivo perfecto para confrontar al arte figurativo e ideológico que predominaba en la creación posrevolucionaria. ¡Mathias fue el primer artista en presentar una instalación en México! Debido a esa actitud “anti-socialista”, Goeritz halló una mejor acogida por parte del gremio de arquitectos, políticamente más conservador, pero proveedor de buen número de encargos. La escala monumental se convirtió en una de las señas distintivas de la “arquitectura emocional” y de ese modo Goeritz logró insertarse en la escena artística mexicana con la producción de un arte público con un lenguaje sintético y geométrico que se vinculó fácilmente a la idea de modernidad y progreso económico.

El trabajo de Mathias Goeritz fue estratégico, de agitación cultural, un arte que buscaba establecer nuevas relaciones y sentidos con el espectador, un arte que incorporaba los espacios en donde la obra se presentaba, circulaba y vivía. Goeritz también escribió y opinó sobre arte, realizó una amplia búsqueda para las posibilidades de las prácticas artísticas que rondaron entre la arquitectura, la poesía concreta y las artes plásticas. Algunos de sus trabajos más representativos y que dan cuenta de sus búsquedas son:

La serpiente del Eco (1953). Escultura que primero se llamó “Ataque”. Fue presentada cuando Goeritz apenas llevaba cuatro años en nuestro país, pero eso le bastó para encender las luces de alerta de los defensores del realismo social con una serpiente geométrica retorcida. “La serpiente de El Eco” es una pieza que promueve la performatividad del espectador.

Las Torres de Satélite (1957) son cinco torres que oscilan entre los 37 y 57 metros de altura. Ideadas para ser vistas desde un auto en movimiento para lograr un efecto óptico en donde los enormes prismas se elevan conforme la distancia se acorta. Construidas en colaboración con el arquitecto Luis Barragán. Las Torres de Satélite adoptaron la idea de las antiguas catedrales así como el perfil de los rascacielos como reflejo de la modernidad urbana.

Los hartos (1961). Para esta exposición y con un ánimo juguetón, Goeritz conformó un equipo de artistas, como Kati Horna, Chucho Reyes, Pedro Friedeberg y José Luis Cuevas, para lanzar el manifiesto “Estoy harto”, que en sus primeras líneas dice: “Estoy harto de la pretenciosa imposición de la lógica y de la razón, del funcionalismo, del cálculo decorativo y, desde luego, de toda la pornografía caótica del individualismo, de la gloria del día, de la moda del momento, de la vanidad y de la ambición, del bluff y de la broma artística…”.

Finalmente Mathias Goeritz desarrolló una nueva modalidad de poesía visual con vertientes pictóricas, escultóricas y emocionales, es decir, la poesía emocional (1953). Goeritz fue pionero en la idea de un poema que abandona el ámbito del papel para alcanzar una escala mural. Mathias fue organizador de la primera exposición en México de “Poesía Concreta Internacional” realizada en la UNAM en 1966.

artodearte@gmail.com

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