¿Entonces sí o no?

Por el placer de servir

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En una reciente plática de amigos, hablábamos de algunas de las cosas que ni en casa, ni en la escuela por lo regular nos enseñan. Refiriéndome a la toma de decisiones. Tema del que me habré de ocupar por considerarlo preponderante en nuestro desarrollo y contundencia en la vida diaria.

No pretendo promover un curso, taller o algo parecido, sino invitar a la reflexión y al encausamiento de nuestros hijos por el camino en la toma de decisiones. Esto no es privativo de los estudiosos. Solo es conocer sus características empíricas como: el conocimiento de causa, consecuencias, precaución, formalidad, reflexión, tranquilidad, etcétera. Procurando evitar la improvisación, abuso, indiscreción, temeridad, osadía, insensatez, descaro y hasta temeridad.

Según los que saben, son cinco puntos que definen una decisión acertada: libertad de elección, múltiples opciones, deliberación, renuncia, y elección. Por ello las decisiones bien tomadas, tras el análisis de las consecuencias, tienden a ser concretas, y reflejan la práctica de virtudes y valores utilizados en nuestra vida.

Hemos escuchado que toda acción tiene una reacción, y la parafrasearía diciendo que toda decisión tiene una consecuencia. Por ello los padres estamos obligados a enseñar a nuestros hijos, que cuando tomen una decisión, asuman las consecuencias que esta produzca. Cuando son menores, podemos intervenir y absorber el resultado, pero conforme crecen, son menos las oportunidades para ayudarles y solventar lo que produjo su decisión. Lo grave es cuando crecen y no están preparados para asumir el producto de su actuar por impulso o irreflexivo. Simplemente, es el riesgo que tendrán que hacer suyos con la edad, los tropiezos, con derechos, obligaciones y responsabilidades.

Es un hecho que las consecuencias de nuestras acciones, están lógicamente relacionadas con la decisión tomada. Puede pensarse que algunas de estas desencadenan consecuencias imprevisibles, pero realmente son muy pocas las cosas que no se pueden prever. Por ello, como padres tenemos que preparar a nuestros hijos a enfrentar sus problemas. Se preguntarán: ¿Y cómo se capacita o se especializa uno en ese tema? Muy simple, es a partir de nuestras vivencias diarias, la lectura, la consulta a especialistas, pero sobre todo con la gente de nuestro entorno. Pues ello nos capacita para saber cómo tomar una determinación. Por lo que afirmaré que es esta la razón por la que como padres estamos comprometidos a proporcionar a nuestros hijos la experiencia y el ejemplo que trascienda en ellos, con esa finura de espíritu tan necesaria para conocer, sopesar y decidir, sobre las consecuencias de las decisiones que vayan ellos a tomar.

Es imprescindible que los padres enseñemos a nuestros hijos, a practicar la prudencia en la toma de decisiones. Así su comportamiento diario y las determinaciones que tomen, no les producirán consecuencias inesperadas o adversas, que les afecten por no haberlas sabido o querido hacer de manera correcta.

Cuando tomamos una decisión con los pies en la tierra, apoyadas en la sensatez, cordura y reflexión, es muy probable tener éxito y los resultados esperados. No así, si somos insolentes, indolentes, frívolos, despreocupados o descuidados, siempre el resultado será negativo o con alguna repercusión contraria a nuestra voluntad.

Como padres tenemos el compromiso moral para escuchar, a qué se enfrentan nuestros hijos y el cómo pretenden enfrentarlos, ya sea en lo que van a estudiar, sus amores, si hacen la tarea ahora o después, los amigos, el trabajo, qué comer en el restaurant o incluso qué película ver. Esto suele verse como un mal menor, si lo comparamos con la problemática a la que hoy nos enfrentamos como adultos. Pero no, si volteamos la vista al pasado recordaremos lo cruento que solían ser esos “grandes” problemas. Mismos que nos quitaban el sueño, el hambre y hasta las ganas de vivir. Está ahí nuestra enseñanza, capacitación o guía para la solución de sus problemas. Sé que muchas veces nuestros comentarios o sugerencias no son bien recibidas e incluso objetadas por el simple hecho del “choque generacional”. Pero es preferible tener un hijo enfadado, que uno equivocado o lastimado por no haber sido siquiera escuchados, tras una falsa libertad que les ofrecemos.

Asumamos con nuestros hijos, la bandera de la libertad, pero con Responsabilidad, sobre todo en el momento de dar permisos, porque de esos permisos, sus consecuencias son nuestras y solo nuestras. Y es desde ahí que les enseñamos que la toma de decisiones tiene que ser pensada, que no es forzoso decir siempre sí o siempre no. Pues esto implica una falta de seguridad personal, conocimientos, inmadurez y podría reflejar desinterés.

Sugiero, eduquemos hombres y mujeres fuertes y seguros, que actúen con responsabilidad y sustento en sus decisiones, capaces de asumir sus consecuencias y felices por haber aprendido de los mejores…. Sus Padres. Porque eso es Dar de Sí, antes de pensar en Sí.

Porelplacerdeservir@hotmail.com

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